Vampiros del día

Crítica de Rocío González - Leedor.com

Vampiros del día…o cómo Matrix se encuentra con Tarantino en un film con destellos del cine negro. Y es que los hermanos Spierig conjugan tres géneros cinematográficos: el futurismo, el gore y el noir… y para los que soportan esta clase de cócteles, sale bastante airoso.

El año es 2019 y casi toda la población mundial se ha convertido en vampiro. Los autos, las casas, la ciudad, todo está adaptado para el estilo de vida de los bebedores de sangre. Sólo hay un problema y es el de la alimentación: ya casi no quedan humanos para abastecer a la población vampírica. En este contexto, Edward Dalton (Ethan Hawke), un vampiro hematólogo no muy feliz con su condición de no-muerto, busca un sustituto para la sangre humana. Su proyecto es financiado por la empresa de Charles Bromley (Sam Neill), aunque su motivación es la potencial ganancia económica y no la extinción de ninguna de las dos razas. Encontrar una salida a este desabastecimiento es imperativo, ya que debido al hambre, algunos vampiros beben su propia sangre, degenerándose tanto física como mentalmente – se convierten en una especie de murciélagos gigantes (claramente no es lo más original del film). En medio del creciente caos urbano, un grupo de humanos rebeldes liderado por Audrey Benett (Claudia Karvan), contacta a Dalton alegando tener la cura al vampirismo. Como prueba de ello aparece el personaje de Willem Dafoe (Lionel ‘Elvis’ Cormac) un ex humano-ex vampiro-nuevamente humano. Obviamente, ayudar a estos mortales a escapar es visto como una traición, por lo que Bromley manda al propio hermano de Edward, Frankie Dalton (Michael Dorman), a perseguirlos.

Dos cosas llaman la atención en este film, aparte de toda la sangre que salpica la pantalla. Una es la construcción del personaje de Ethan Hawke al estilo de un héroe-antihéroe del film noir. Todo, desde su vestimenta, los espacios que lo rodean plagados de sombras y el humo de sus cigarrillos, la sociedad violenta, cínica y corrupta en un clima generalizado de pesimismo fatalista es una reminiscencia de este género de mediados del siglo XX.

La otra cosa que llama la atención son las similitudes entre Daybreakers y Matrix de los hermanos Wachowski. Vamos a hacer de cuenta que las coincidencias son citas y no plagio, porque la imagen de máquinas que se dedican a extraerles a los humanos la esencia carmesí es muy conocida como para alegar inocencia. Incluso el final, con la voz del protagonista interpelando a otros ciudadanos, pero también en un guiño al espectador es casi textual el final de Matrix. Así y todo, resultan interesantes estos puentes que se tienden entre el pasado y el futuro. De hecho, los mejores films de ciencia ficción recurren a la mitología, dado que comparten muchas características. Y no es casual que tanto la ciencia ficción como la mayoría de los mitos (incluyendo, por supuesto, la mitología vampírica) tengan en común la pregunta por la humanidad (no es, acaso, el vampirismo una forma de pensar lo humano desde el lugar de lo monstruoso, ya sea como un exceso o como una carencia de humanidad. En definitiva la medida siempre es el Hombre)

Sobra decir que no es un film para cualquiera, que no a todos los que les guste el género vampírico les va a parecer genial, ni a todos los que les guste el gore les va a satisfacer. Sin embargo, los hermanos Spierig llevan a cabo decentemente esta experimentación genérica. No se convertirá en una película de culto como probablemente suceda con la sueca Criaturas de la Noche (basada en el libro de John Ajvide Lindqvist, "Déjame entrar") pero tampoco es la peor película de vampiros de la historia del cine.