Valerian y la ciudad de los mil planetas

Crítica de Marcos Guillén - Cuatro Bastardos

Valerian y la ciudad de los mil planetas: Esplendor a lo Luc Besson.
Este jueves llega a las salas el nuevo film del director francés que supo enamorarnos allá lejos y hace tiempo con su Quinto Elemento (Le cinquième élément – 1997), una historia de ciencia ficción de la más pura y dura odisea espacial, esa que los dibujantes y escritores europeos construyeron a lo largo de los dorados años de la nueva ola.
La ciencia ficción en la vieja Europa ha sido siempre una precursora, quizás gracias a que supo llevarla por extraños caminos de creatividad, tanto en la imagen como la dinámica de las historias. Fue en tiempos de, la que se dio en llamar, La Nueva Ola, entre los años sesenta y setenta que destacaron grandes artistas como Jean-Claude Forest, Paul Gillon, la riqueza imaginativa de Jean Giraud, más conocido como Moebius y los creadores de “Valerian: agente espacio-temporal”, Pierre Christin y Jean-Claude Mézières. De la que Luc Besson es un viejo fanático, tan es así que el mismo Jean-Claude Mézières le ayudó con la deslumbrante visión de Quinto Elemento.
En el siglo XXVIII, Valerian y Laureline son un equipo de agentes espaciales encargados de mantener el orden en todos los territorios humanos. Bajo la asignación del Ministro de Defensa, se embarcan en una misión hacia la asombrosa ciudad de Alpha, una metrópolis en constante expansión, donde especies de todo el universo han convergido durante siglos para compartir conocimientos, inteligencia y culturas. Pero hay un misterio en el centro de Alpha, una fuerza oscura amenaza la paz en la Ciudad de los Mil Planetas. Valerian y Laureline deben luchar para identificar la amenaza y salvaguardar el futuro, no sólo el Alfa, sino del universo.
No es sorpresa que el director tenga una asombrosa capacidad en la creación, o recreación de fantásticos universos, lo realmente sorprendente es el detalle con que lleva a cabo esta cinta con ese arranque en que nos muestra el nacimiento de la estación al ritmo de Space Oddity de David Bowie, donde ya nos presenta toda una variedad casi demencial de razas que constituyen el universo de Valerian. La enormidad no le intimida en eso estamos de acuerdo, puesto que en la siguiente secuencia nos mostrará el más delicioso de los mundos, uno que se antoja tan idílico como los creídos por esos antropólogos franceses, que conjeturaban, habían existido antes de la expansión europea. De esta manera nos presenta el preámbulo de una historia que irá perdiendo su fuerza a lo largo del visionado, no así una prodigiosa velocidad de acción y humor, con una pareja que ha sabido ganarse los personajes por la misma rareza con que son interpretados, irreverentes y algo alocados, por los excelentes Dane DeHaan y Cara Delevingne.
Pero hay algo que ralenta el show, una suerte de déjà vu que nos crea cierta anticipación a lo narrado, haciendo que el espectador pierda interés en la historia. Tal vez el material parezca un tanto anquilosado, como si la adaptación hubiera llegado algo tarde, después de tantos homenajes que hemos visto a los largo de los años, como en Star Wars y el mismísimo Quinto Elemento. Algo que puede jugarle en contra en ciertos aspectos, porque es en el tercer acto donde la historia pierde el impulso inicial con ese villano por demás cansino que interpreta Clive Owen y una resolución que se antoja algo apurada. Sin embargo, el film en su totalidad mantiene una constante en materia de producción que lo hace un viaje alucinante, plagado de ideas que desbordan lo visto, como la escena del mercado o cierto baile que interpreta una deliciosa Rihanna. Una sinfonía coral de imagen y sonido. Es con ese cuidado 3D que nos sumergimos de lleno a un universo único, que con algún traspié en el guión no deja de ser una maravilla.