Valerian y la ciudad de los mil planetas

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Casi en el orden de lo ininteligible, este filme presenta de manera univoca a un muy autor-director de cine que se copia a si mismo, y lo hace de manera fallida.
Con mucho desde lo estético, imaginería visual incluida, de lo ya establecido en la muy buena “El quinto elemento” (1997) esta producción está un peldaño por debajo de la media del mismo realizador que supo constituirse a partir de “Azul profundo” (1988), “Nikita” (1990), y la genial “El perfecto asesino” (1994), o la reciente “Lucy” (2014), entre otras, más de treinta a lo largo de los años.
Si bien mantiene y refuerza su propio discurso en la importancia del rol femenino en la humanidad y/o la historia del mundo, estableciéndose como defensor de una sociedad matriarcal, por ende un gran admirador de las mujeres.
En esta historia toda la acción transcurre en un futuro incierto, no por la temporalidad en que transcurren las acciones sino en un juego metafórico de la actualidad mundial.
Con dos puntos de anclaje del relato dando cuenta de los hechos anteriores que determinan las consecuencias en ese presente del siglo XXVIII. Se ha construido a partir de una estación espacial una ciudad en la que se han acoplado miles de culturas de sendos planetas, en ella conviven, como una gran familia, múltiples representantes de todas y cada una.
Por otro lado la desaparición de todo el planeta Mül y sus habitantes, seres similares a los humanos, que conviven en perfecta armonía con la naturaleza que los rodea, a consecuencias de las acciones de una guerra estupida, como todas, y sus supuestos daños colaterales.
Algo sobrevivió de esa cultura, el objeto de santificación, una especie de animalito conocido como “conversor” con dones especiales, los que podrían salvar a los propios humanos de su autodestrucción, el ultimo de su especie. El recuperarlo es la tarea que les encomienda el comandante Arun Filliot (Clive Owen) al Mayor Valerian (Dane DeHaan) y su eterna asistente y compañera, la Sargento Laureline (Cara Delevingne).
Pero nada es lo que parece, y el filme se transforma en un thriller espacial sin suspenso, sin dejar de lado la historia de seducción entre los dos protagonistas ni como vehiculo de denuncia de los atropellos que producen aquellos que ostentan y poseen el poder, genocidio incluido. Dando cuenta que los humanos son destructivos por antonomasia, sobre todo con aquellos sucesos, en los que el ser humano no puede comprender, entonces destruye.
Las más de dos horas de duración están injustificadas, los giros narrativos, previsibles en su mayoría, la repetición de escenas sin nada que agregar van trasformando de la obra como muy moroso, lentificando el desarrollo del mismo.
Por supuesto que la película es poseedora de aciertos técnicos por doquier, sin nada que envidiarle al cine producido en la meca del mismo y siendo la producción más caro de la historia del cine francés, era de suponer esos valores inocuos por indefinidos.
En honor a la verdad, la realización termina por ser agradable, inicialmente por la construcción de la subtrama romántica, previsible, claro, pero poseedora de los mejores y más ocurrentes diálogos.
No ocurre lo mismo con la trama principal, en evidente postura grandilocuente, hay que salvar la vida, tal y como la conocemos.