Una villa en la Toscana

Crítica de Denise Pieniazek - Puesta en escena

Este jueves se estrena UNA VILLA EN LA TOSCANA , protagonizada por Liam Neeson, Micheál Richardson (hijo en la vida real de Liam y la actriz Natasha Richardson quien lamentablemente falleció en el 2009), Valeria Bilello y Lindsay Duncan.

Este cálido filme narra la historia de Jack (Micheál) y su padre Robert (Liam) quienes se reencuentran cuando el joven está con problemas financieros y debe recurrir a su padre quien generalmente se ha mantenido ausente. Jack atraviesa una crisis de pareja, mientras que su padre quien ha sido un exitoso artista plástico se esconde en el desorden y sus amantes. Ambos no han podido superar la muerte de su respectiva esposa/madre, aquello de lo "que no se habla". El hijo necesita dinero urgentemente y su única salida es vender una casona en Toscana que ha heredado de su madre, por ende necesita de la firma de su padre también dueño de la propiedad. Juntos emprenderán un viaje de Inglaterra a la región Italiana, donde compartirán metafóricamente una travesía de mutuo y autoconocimiento.

El relato escrito y dirigido por James D'Arcy -es la ópera prima del actor- dosifica de forma inteligente y paulatina la información del pasado de ambos, manteniendo la intriga del espectador y logrando un crescendo emotivo que culmina con la brillante actuación de Neeson.
Además, la película ofrece un gratificante y sentido momento, en el que el sabor agridulce tiene además momentos de comedia y romance. Mientras que Robert no supo lidiar con el duelo de su esposa, Jack intenta recuperar los recuerdos de su madre. Será justamente la casa que guarda las memorias la que permita el entendimiento y reconstrucción del vínculo padre-hijo. Lo cual es metafóricamente representado por el arreglo de la casa en ruinas (esto remite al largometraje Bajo el sol de Toscana, 2003). Una villa en la Toscana nos recuerda que nunca es tarde para volver a empezar.