Una segunda madre

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

Una segunda Madre (Que Horas Ela Volta?) dirigida y escrita por Anna Muylaert, recibió el Premio del Público en el Festival de Berlín y el Premio del Jurado en Sundance. Es un drama optimista que aborda el choque generacional que se produce cuando Val pide alojar temporalmente a su hija en la casa donde trabaja, después de años sin verse.

Mejor ajena que propia

Val se desvive por su trabajo y pasó muchos años en San Pablo atendiendo a un acaudalado matrimonio y su hijo adolescente, a quien crió desde niño. El padre de familia es un depresivo artista que perdió el interés por toda actividad y se dedica a vivir de su herencia mientras su esposa lleva una exitosa pero no muy lucrativa carrera de diseñadora. Tal como afirma su autora que es común para la clase alta brasilera, ambos dedican poco tiempo a su hijo Fabinho y ceden esa responsabilidad a Val, lo que resulta en un adolescente cariñoso pero un tanto consentido que la trata como una segunda madre. Aunque durante todos esos años demostró que no le falta habilidad ni voluntad de hacerse cargo de un niño, esa dedicación le impidió cumplir el mismo rol en la vida de su hija Jessica, generando una serie de tensiones y reproches mutuos que esperan agazapados la oportunidad de salir.

Y la oportunidad llega cuando Jessica llama a su madre desde su ciudad de origen anunciándole que necesita pasar algunos días con ella en San Pablo para rendir el examen de ingreso a la universidad, a lo que Val accede con gran alegría pero sin aclararle que el alojamiento que le consigue es en la misma casa donde vive y trabaja. Allí es recibida cordialmente por la familia, pero cuando descubren que no tiene una personalidad sumisa como su madre tanto Fabinho como su madre comienzan a ver amenazado el lugar en la estructura familiar que venían sosteniendo, por lo que el acceso a algunas situaciones comienza a serle explícitamente vedado y Jessica descubre que la bienvenida no era tan sincera.

Medio camino del héroe
Aunque la relación con sus empleadores es superficialmente afectuosa, Val sabe los límites del lugar que ocupa y hasta cierto punto entiende que hay algo de falsedad en esa relación familiar en la que está inserta, aunque elija negarlo. Con su vida absolutamente dedicada al trabajo, es hija de una generación que considera normales las reglas tácitas de su servidumbre y las cumple estrictamente, sin replantearse los motivos ni soñar con un cambio. La llegada de Jessica revoluciona a la familia entera justamente porque rompe esas reglas que Val considera obvias, al principio por ignorarlas pero cuando mas tarde comienza a conocerlas, las rechaza abiertamente. Para la recién llegada resulta ridículo que un cómodo dormitorio de huéspedes permanezca vacío mientras su madre vive en una calurosa y pequeña habitación fuera de la casa, de la misma manera que le parece absurdo no aceptar los ofrecimientos e invitaciones que le hacen los dueños de casa. Su madre le insiste con que lo hacen por cortesía y que esperan que con la misma cortesía los rechace, pero Jessica es parte de una generación donde la clase trabajadora ganó derechos que le fueron negados por décadas y que ya no cree que deba aceptar ser tratada como ciudadanos de segunda, por lo que cuando descubre esa hipocresía en las relaciones decide que no quiere seguirles la corriente, sin tener en cuenta los disgustos que eso le produce a su madre. Val le enseña a su hija como es el mundo desde su experiencia, pero Jessica responde enseñándole que su mundo no es todo el mundo y que no está obligada a aceptar ser lo que se espera que sea. A pesar de la resistencia inicial, Val comienza a ver validez en algunos de los planteos de su hija, descubriendo que su vida no era tan ideal ni inmutable como ella creía y animándose a soñar con romper con la inercia del rumbo que llevaba.

Conclusión
Una Segunda Madre es discreta pero precisa, con todos los personajes fieles a si mismos y un guión bastante ágil que no cuenta nada que no sea necesario para abordar con seriedad pero sin solemnidad una historia compleja con la que muchos se podrán sentir identificados desde distintos ángulos porque genera reflexiones interesantes sobre el choque generacional y de clases, pero sobre todo sobre el hecho poco mencionado de que los hijos no están para aprender pasivamente de sus padres sino que también tienen la misión de cuestionarlos, enseñarles y ayudarlos a crecer.