Una pistola en cada mano

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

Patéticos Hombrecillos

Es muy difícil que una película coral funcione en su totalidad, y mucho menos una que además sea episódica. El nivel generalmente es desparejo, tanto por sus interpretaciones, como por sus argumentos. No es el caso de Una Pistola en Cada Mano.

Acaso se trate de una especie de Woody Allen español, el realizador Cesc Gay ha conseguido en su breve trayectoria consolidarse como un director de actores y guionista excepcional. Desde Krampack hasta su última obra ha logrado trabajos cuyo peso recae especialmente en sus intérpretes, y en la inteligencia de los diálogos, la veracidad y calidez de sus personajes, la sensibilidad y credibilidad de sus historias.

Una Pistola en Cada Mano es atravesada por 6 encuentros de parejas, cuyo eje es la dificultad de llevar a cabo una relación amorosa, hombres que atravesaron, atraviesan o están por atravesar una separación o divorcio, la incomunicación en la pareja, los celos y la infidelidad. Se trata de 6 encuentros en lugares únicos, ya sea entre dos amigos que no se ven hace mucho tiempo – Sbaraglia y Fernández – una pareja divorciada que se reencuentra – Segura y Cámara – un hombre que descubre que su mujer le es infiel y un vecino de su casa de verano – Darín y Tosar – un oficinista casado y un compañera de trabajo – Noriega y Peña – y dos parejas amigas, que en diferentes espacios se van contando intimidades – San Juan y Waitling por un lado, Molla y Guillén Cuervo por otro.

Apelando a un brillante timing humorístico, cierta ridiculez y parodia al patetismo masculino, Cesc Gay, consigue al igual que Allen, reírse de conflictos domésticos gracias a inteligentes diálogos que no caen en lo burdo o vulgar, sino que capturan el cotidiano y lo lleva, por momentos al remate absurdo.

Cada episodio tiene una duración exacta, y algo muy difícil, consigue que ninguna situación se parezca a la anterior. Hay varios giros narrativos que pecan de ser un poco previsibles, pero esto no logran aminorar el interés de las historias. Y si cada episodio logra mantener su encanto, aún con una puesta en escena básica, es gracias a la potentes y creíbles actuaciones, especialmente del elenco masculino, que consigue, en su ridiculez convertir sus personajes en atractivos y queribles. Situaciones dramáticas que no son llevadas al sentimentalismo ni al golpe bajo.

El elenco, como puede verse está compuesto por una selección de actores españoles, muchos de ellos que han trabajado en Hollywood incluso – caso de Mollá y Noriega – y de reconocidos argentinos como Sbaraglia y Darin, que seguramente permitirán que el film funcione – merecidamente – muy bien comercialmente en nuestro país. Si bien el tono interpretativo de los españoles y los argentinos es diferente – los ibéricos están más contenidos que los nacionales – los trabajos de Sbaraglia y Darín son superiores a muchos de los que hicieron últimamente en el cine nacional, más creíbles e identificables. Si bien Sbaraglia interpreta a un español y su personaje contrasta con el de su opuesto, Eduard Fernández – el mejor del elenco, aunque los trabajos de Tosar y Cámara son notables – lo de Darín es más parecido al argentino chanta que tan bien viene interpretando hace bastantes años, pero esta vez, en un contexto ideal, y muy bien dirigido. La elección es perfecta.

Por otro lado, el elenco femenino no se queda atrás y también tiene algunas interpretaciones para destacar como las de Candela Peña – ganadora del Goya – y Leonor Waitling, soberbia como de costumbre.

Una Pistola en Cada Mano es irónica, honesta, negra, simpática y da pie a la reflexión sobre las relaciones en pareja y las motivaciones de los hombres, específicamente, a la hora de encarar una relación con una mujer.

Fluida y dinámica, falla únicamente en los últimos minutos, cuando el director decide agregar un innecesario epílogo. Pero el desarrollo es tan agradable, la narración se deja seguir tan bien, el guión está tan bien escrito – a la altura de Ficció o V.O.S. – que las pequeñas cosas que se le pueden criticar, terminan siendo nimiedades.

Cesc Gay vuelve a demostrar que es uno de los realizadores más interesantes del cine español actual.