Una pistola en cada mano

Crítica de Lucía Roitbarg - EscribiendoCine

Ellos

Cesc Gay elige para su película un relato coral en el que los personajes masculinos son el eje de atención: sus problemas en las relaciones con las mujeres, en la comunicación, en el trabajo. A partir de acá encara un film sobrio, pero también una gran comedia, con actores que saben cómo aportar el tono adecuado a cada escena, entre ellos los argentinos Ricardo Darín y Leonardo Sbaraglia.

Dos amigos de hace mucho tiempo se encuentran casualmente y casi sin quererlo terminan riéndose de sus miserias. Un hombre divorciado lleva a su hijo a lo de la madre y, sin grandes preludios, decide declararle su amor a su ex. Estos son dos ejemplos de las seis breves historias de Una pistola en cada mano (2012). Todas ellas adoptan una estructura similar: dos personajes dialogando sobre cuestiones existenciales que los aquejan en el momento, si bien cada uno de estos diálogos contiene en sí un pequeño drama, casi todos ellos vinculados a la pareja, el humor es un elemento fundamental en la película y, principalmente, necesario. Desde el absurdo pasando por el ridículo o la sorpresa, todos los personajes vivirán un momento de autoconciencia que los dejará descolocados.

El director elige un rango etario muy definido para sus protagonistas: los hombres que ya pasaron los cuarenta. Sabe que el material que tiene allí es inacabable y, si de trabajar con buenos actores se trata, doblemente rendidor. Por eso Cesc Gay no tiene apuro en contar: los pensamientos, silencios y gestos aquí no se resumen, muy por el contrario, son los que más aportan a estas escenas. La cámara entonces acompaña sutilmente, sin subrayar, sin ganar protagonismo, buscando simplemente la mejor manera de presentarnos a los personajes. Porque lo que importa aquí son las particulares miradas y conductas de estos hombres, a quienes la crisis de los cuarenta los toca muy de cerca aunque algunos de ellos decidan ignorarlo.

El director catalán supo captar ciertas ideas arquetípicas sobre el sexo masculino y encontró una manera muy convincente de trasladarlas a la pantalla grande, y también un tanto crítica. Porque si bien la mujer no es la protagonista aquí, su función sí que lo es, pues es justamente la que abre esa brecha que deja a los hombres al descubierto y en evidencia. No es que la mujer sea un modelo a seguir pero sí parece dueña de una sabiduría extra que le permite comprender mejor la realidad y así cambiarla.

Seguramente después de la segunda o tercera historia el espectador ya conoce la estructura general del film y esto puede resultar un poco repetitivo. Pero es claramente una elección del director que esto suceda y que la concentración se produzca en los diálogos y los personajes, pues sobre ellos es la película. Sabiendo esto la conexión con el film es inmediata y ampliamente disfrutable.