Una noche de amor

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

Nadie dijo que es fácil

Con el estilo de “Después de hora”, de Martin Scorsese, o “Noche en la Tierra”, de Jim Jarmusch, “Una noche de amor” transcurre entre las últimas horas del día y las primeras horas de la madrugada. Como aquellos casos, los elementos dominantes son el humor y las situaciones entre absurdas y dramáticas. Para su debut en cine como guionista, Sebastián Wanraich se reunió con otro especialista en mezclar los extremos como Hernán Guerschuny en el rol de director y coguionista. Guerschuny ya dio muestras de su dominio de las delicadas cuerdas de la comedia en la genial “El crítico”, en la que se lucía Rafael Spregelburd como el insoportable y vanidoso protagonista, un crítico que pensaba en francés con citas de los maestros del cine europeo. En este caso se trata de un matrimonio de doce años con una brillante interpretación de Carla Peterson y el mismo Wanraich. La sorpresiva separación de otra pareja amiga los obliga a seguir con el plan de salir a cenar, pero solos, una situación inesperada en la que por fin, se entusiasman, van a poder compartir un momento de intimidad. Como ocurría en las películas de Scorsese y Jarmusch, las cosas se van enturbiando a medida que pasa el tiempo y, además, la Ley de Murphy lo impregna todo: todo lo que puede salir mal, saldrá mal de forma que cause el mayor daño posible. Mientras, el humor se acerca por oleadas entre planteos, conflictos, reclamos, equívocos y personajes extravagantes -gran trabajo, otra vez, de Spregelburd- y el notable desempeño de Soledad Silveyra como una “bobe” que no puede dejar de hablar de catástrofes mientras cuida a sus nietos con amorosa dedicación.