Una noche de amor

Crítica de Juan Ignacio Novak - El Litoral

Casados con hijos

Concisa, divertida, irregular. “Una noche de amor” está centrada en una pareja común y corriente, formada por un guionista de cine (Sebastián Wainraich) y una psicóloga (Carla Peterson), que enfrenta una pequeña crisis. Una serie de situaciones en apariencia cotidianas, pero cargadas de sentido, servirán como catalizadores durante una salida nocturna de viernes. Y en pocas horas ambos alcanzarán cierta maduración, incompleta pero esperanzadora. Podrán salvar su decaído matrimonio si apuestan a ese cariño mutuo que han recuperado. Pero también deberán esforzarse y, sobre todo, aceptarse.
Leonel y Paola son personas exitosas, por lo menos dentro de los parámetros del microcosmos en el que se mueven. Tienen buenos trabajos, una casa, autos, dos hijos y la posibilidad de viajar y divertirse. Una noche se aprestan para salir a cenar con una pareja amiga cuando una llamada telefónica abre una alternativa inesperada: estos amigos les cuentan que se acaban de separar. Leonel y Paola deciden salir igual, pero ahora están solos. Y las tensiones, hasta entonces disimuladas bajo la fisonomía de la rutina, comienzan a salir a la superficie.
Los momentos en los que prevalecen los efectos cómicos (que generan, por otra parte, muchísima empatía con el espectador) son los más logrados de la película, en contraste con aquellos de mayor carga dramática. Por ejemplo, las discusiones de Leonel con un trapito, con un mozo y con el sereno de una cochera, sacan a relucir su caracter pusilánime, lo que desespera a Paola. Mientras que la tendencia de ella de ventilar ciertas intimidades (como su comportamiento infantil en el nacimiento de sus hijos) exaspera sobremanera a Leonel.
Buenos actores
Con muchos más aciertos que debilidades, “Una noche de amor” se asienta sobre todo en la actuación sutil de Carla Peterson. No tanto de un Wainraich que parece fuera de registro con su expresión pétrea, que sólo funciona de a ratos y al servicio de los bien elaborados gags. Rafael Spregelburg realiza una exquisita intepretación como un guionista canchero y fanfarrón a quien Leonel tolera a duras penas; Soledad Silveyra personifica con gran sentido del humor a una abuela judía un poco estereotipada; María Carámbula compone a una cuarentona distendida, poco dada a las convenciones sociales y Justina Bustos le otorga el toque exacto de ingenuidad y sensualidad a la joven vecina que provoca las fantasías de Leonel.
Por otra parte, el título “Una noche de amor” es acertado y plantea el meollo de la historia: recién a partir de ese redescubrimiento mutuo que les ha costado mucho más de lo que parece a simple vista (como dice el dicho, “la comparsa va por dentro”), Leonel y Paola podrán decir que se aman de verdad. Porque, como lo mostró bien Francois Truffaut en su serie de películas con Antoine Doinel como protagonista, tras varios años de convivencia el amor ya no es el mismo que a los veinte años. Y es necesario alimentarlo para que no termine muerto en los límites del domicilio conyugal.