Una noche de amor

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Los riesgos de la rutina

El casamiento es una parte importante de la vida, aunque a veces puede tener tropiezos que hagan tambalear a la pareja. Este es el caso de Leonel y Paola, él guionista, ella psicóloga, quienes llevan 12 años de casados. Es un dúo que funciona: aman a sus pequeños hijos, son exitosos en sus respectivos trabajos y comparten gustos y formas de ver la vida. ¿Pero dónde queda para ambos el amor, la diversión y la pasión?

Una salida frustrada con una pareja de amigos los deja solos a los dos en un restaurante. De pronto, el vacío, la conversación incómoda, la no conversación (aún más incómoda), el aburrimiento, la charla sin sentido, la diversión que, de tanto en tanto, aparece, las bromas, los celos, los recuerdos y las ideas sobre el futuro se van apoderando de los dos en esa noche que presumían muy idílica.

Tampoco están solos. Un "trapito" en la calle los hace discutir, una moza los impacienta, el sereno de un garaje los enfrenta, una vecina del edificio en el que viven trata de enamorar a Leo y otra pareja comparte con ellos la mesa y les enseña que se puede llevar el matrimonio de otra manera. La trama va adquiriendo ritmo al compás de tantas vicisitudes. Sobre la base de un guión que se hamaca entre la comedia y los sinsabores de sus protagonistas, el director Hernán Guerschuny supo adentrarse en esa problemática matrimonial dibujándola con un sabor agridulce, en la que colaboraron los buenos trabajos de sus protagonistas, Sebastián Wainraich y Carla Peterson.

Con algunas situaciones que carecen de la debida soltura humorística y caen en la reiteración, Una noche de amor, sin embargo, logra entretener sobre la casi única presencia de la pareja en pantalla, aunque bien vale destacar el desempeño de Soledad Silveyra en el pequeño rol de abuela cálida y cariñosa.