Una educación parisina

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Cinefilia mon amour

Propuestas de calidad cinematográfica como Una educación parisina no abundan tanto en el cine de pantalla grande como en el universo del streaming (salvo en plataformas especializadas como Mubi) a pesar de que su público siempre se encuentra al acecho una vez superada la inercia de lo comercial.

Para entrar en ese retrato generacional, que el director y guionista Jean-Paul Civeyrac rodea de cinefilia con referencias constantes y un nostálgico blanco y negro para transmitir un estado de ánimo más que de época, se debe tener presente el contraste del tiempo. Aquí, conviven los jóvenes estudiantes de cine desencantados de la utopía cultural del Mayo francés del 68 con los nuevos post-modernistas muy poco apegados a las propuestas y estimulaciones del arte contemporáneo.

Textura de nouvelle vague sobre textura de aquel cine de buenos diálogos y reflexiones sobre la vida, y la banal existencia humana suman las relaciones y los vínculos de amistad como punta de lanza y las historias de amor como potencia para la creatividad.

El protagonista de este film es Êtienne, quien deja a su novia para emprender sus estudios en París. Rápidamente, se empapa de esa cultura académica y entabla vínculo con Mathias y Jean Noël. Con el primero, su relación oscila entre la admiración y la dependencia de sus juicios sobre sus producciones (un cortometraje del propio Êtienne). Mientras que con el segundo, la confianza es mucho menor aunque la colaboración permanente es el plus que Mathias no brinda. Los amores fugaces van y vienen como las ganas y el desgano del joven estudiante a medida que avanza en su educación cinematográfica.

Así las cosas, Una educación parisina es un lazo que conecta el buen cine con las buenas historias y siempre fiel a un estilo artístico que se ve plasmado en cada plano y secuencia.