Una dama en París

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Cama adentro

Una historia simple funciona gracias al simbolismo o el arte de la narración. Incluso, podría seguir el verosímil a rajatabla y en eso radican los débitos de este film, perteneciente al estonio Ilmar Raag. Desorientada tras la muerte de su madre, Anne (Laine Mägi) recibe una propuesta para viajar a París y trabajar como cuidadora de una anciana estonia, pretérita chanteuse de la Ciudad Luz. No sin cierto pánico, Anne acepta el empleo; a sus inseguridades con el idioma las compensa la idea de trabajar con una compatriota. El temor de la mujer se reafirma al descubrir que la anciana, Frida (una siempre coqueta Jeanne Moreau), resulta de un mal humor inquebrantable. Inicialmente embriagante, tanto por la fotografía en locaciones de Estonia como por un vago eco a los films de Aki Kaurismäki (en especial, por el parecido entre la apagada Mägi y Kati Outinen, diva del finlandés), Una dama en París parece algo equivocada en áreas sensibles como el personaje estonio de Moreau (no habla una línea en esa lengua cuando es acusada en estonio por compatriotas) y el de su protector, un ex amante 30 años menor que ella. Pese a esto, Una dama en París es un film disfrutable por las buenas actuaciones de sus protagonistas.