Una ciudad de provincia

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Instantáneas

En el montaje se concentra la vitalidad del nuevo opus de Rodrigo Moreno, Una ciudad de provincia, y tan taxativo como su título lo que el director de El custodio intenta reflejar es la vida de la ciudad de Colón, Entre Ríos, sin otro propósito que el de todo documental de observación desde el punto de vista de la partida de este relato.

A modo de viñetas, el retrato de personajes en su rutina cotidiana, en sus trabajos o reuniones de amigos, con una cámara en su rol de testigo, distante de todo acto de intervención. Los espacios son los que expresan la fisonomía de la ciudad de Colón y los rostros la geografía de las diferentes emociones. Nada es impostado o por lo menos esa es la sensación que perdura en la transparencia de la imagen, así como resulta difícil trazar alguna correspondencia entre las viñetas.

Allí, en el espacio cinematográfico capturado por Rodrigo Moreno coexisten por ejemplo el acompañamiento a unos pescadores, el seguimiento de los perros y las motos, con un programa de radio mañanero que presenta a un dúo de acordeón y guitarra. Todo eso superpuesto con ese ritmo de pueblo y un tiempo que parece no transcurrir, salvo por el corte que se genera desde el armado de la secuencia y el montaje para ensayar alguna línea cronológica.

Otro aspecto a destacar de este documental de Rodrigo Moreno obedece al uso del sonido y la captación de los diálogos, de las las banalidades propias de cualquier conversación mundana como la que mantienen dos chicas en regreso con ciclomotores mientras la cámara de frente encuadra una típica secuencia de lo que podría ser cine argentino luego de Mundo grúa.

Con Una ciudad de provincia el director de Reimon deja de lado su coqueteo con la ficción y confirma su capacidad de gran observador ya demostrada con creces con su debut en solitario junto a Julio Chávez en la gran película El custodio.