Una cigueña en apuros

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Divertida road movie con una mirada inteligente hacia la familia y la amistad

“Una cigüeña en apuros” (“Richard the Store” / “A stork’s jouney”) es un filme con todos los componentes que lo asemejan al sello Disney o Pixar: un relato a la manera de pequeño melodrama infantil, en cuyo final padres e hijos cierran el ciclo llorando.
La historia es sencilla, narra el viaje ritual de esas aves zancudas que, allá lejos y hace tiempo, anunciaban el arribo de un hermanito. Las cigüeñas emigran en invierno y van desde Alemania hasta, el gran lago en África, para luego regresar al punto de partida. Un recorrido de miles de kilómetros para que sobreviva la especie.
Meses antes de ese viaje una cigüeña, Aurora, rescata a un pequeño gorrión, cuyos padres fueron devorados por un oso, al que llamará Richard. A pesar de la oposición de su esposo, Claudius, éste crece junto a Max, la cría de las cigüeñas. Por copia y repetición él cree que también es una cigüeña e imita todos los movimientos de las mismas, sin omitir detalles, incluso hasta en el parloteo de sus picos.
La película animada en 3D está realizada por compañías productoras de Alemania, Bélgica, Luxemburgo y Noruega, como excelente ejemplo de colaboración. La apuesta audiovisual no apunta hacia la innovación o el despliegue técnico que los estudios más comerciales alcanzan, sino a la sencillez del diseño y al guión que posee hallazgos interesantes focalizados en la ridiculización del mundo de los humanos adultos, especialmente en el de la conexión global y redes sociales. De modo muy creativo éstos son aludidos por palomas u otros pájaros que se posan sobre los cables telefónicos, y su adicción, que se torna obsesión, de la cual es muy difícil desconectarlos, cuando eso sucede descubren que existe una realidad de la cual se habían aislado.
El guión de Reza Memari posee un contenido muy acorde con el universo infantil y la realidad actual de miles de niños huérfanos, abandonados, perdidos en los mares, en medio de oleadas de migraciones, en medio de bombardeos, de terrorismo, o robados.
La crisis de identidad no es un tema novedoso en la literatura infantil llevada a la animación y filmes para toda la familia, basta recordar la historia de Mowgli en “El libro de la selva” (Wolfgang Reitherman, 1967), Tarzán, (Chris Buck, Kevin Lima, 1999), en donde la adopción y el sentido de pertenencia, problemáticas muy propias de niños cuyas edades oscilan entre los cinco y diez años, se acoplan al crecimiento y la madurez. En este filme estos elementos juegan un rol destacado.
La historia, dirigida por Reza Memari y Toby Genkel, sobre el pequeño gorrión llevará a descubrir con Richard que existen otros seres marginales e inadaptados que a semejanza de él tampoco conocieron a sus padres. Un búho, Olga, y un excéntrico y colorido perico, Kiki, que le teme a las alturas y quiere ser una estrella de la canción. Éstos serán sus compañeros de aventuras, en este road movie animado en busca de la familia perdida.
Otra de las problemáticas de los niños también se hace presente en el filme, con Olga, el búho, es el tema del amigo invisible, ese personaje imaginario (especialmente para los hijos únicos) que lo acompañará en una etapa de la vida, y que le ayudará a expresar sus miedos, sus alegrías, sus inquietudes, y sus más profundos deseos. Para Olga, su amigo era Oleg, y en un momento de la historia éste también desaparece, para luego ser reencontrado y poder seguir el camino. En esa etapa del pensamiento mágico esos amigos invisibles pasan a tener vida propia y como tales ocupan un espacio importante en la creatividad de los niños.
Es a través de estos protagonistas marginales, solitarios, presos en su propia realidad, que el itinerario de Richard no sólo será físico, sino también de autodescubrimiento e iniciación. Es semejante al viaje del héroe que va en busca del conocimiento para acceder a un estadio superior. Richard en realidad va en busca de su familia cigüeña para demostrar a sus padres adoptivos que él es capaz de recorrer el camino que ellos hicieron y poder estar junto a ellos. Cuando los encuentra tendrá otra tarea de héroe y será demostrar que es capaz de rescatar a Max, su hermano cigüeña, de las garras de un horrible tejón.
“Una cigüeña en apuros” es una reflexión sobre la búsqueda de identidad, sobre su necesidad de autoestima, de tener un sentido de pertenencia, de sentirse acompañado por los padres, porque la separación de la madre biológica, provoca en él una herida primaria, un sentimiento de pérdida y abandono que le obligará a buscar distintos caminos para relacionarse con los otros, sean adultos o niños. El mensaje más importante del filme es el tema de la orfandad, la adopción, la familia sustituta, y la búsqueda de unos padres que, a pesar de adoptivos, darían todo por él.
“Una cigüeña en apuros” es una inteligente y divertida realización que revela a través del juego el complejo mundo infantil, muy frágil, pero a la vez muy rico, en el que se señala el modo de forjar el camino hacia el propio destino.