Una chica invisible

Crítica de Marcelo Cafferata - Lúdico y memorioso

Presentada en el 21º BAFICI dentro de la sección “Comedia”, “UNA CHICA INVISIBLE” es la ópera prima de Francisco Bendomir que ya ha comenzado un interesante recorrido en el circuito de festivales internacionales y que este jueves finalmente, se estrena en www.cine.ar/play representando al cine independiente y con una propuesta diferente dentro de los estrenos de esta plataforma.

Por un lado tenemos a Andrea (Andrea Carballo) , absolutamente deprimida por la viralización de un video en donde ha quedado registrado un nefasto “accidente” acontecido al final de una audición para un importante papel dentro de un musical nacional y, además, angustiada como para enfrentar ese hecho tan embarazoso, cree que encuentra una potencial salida en el suicidio.

Acaba de romper recientemente con Mauro su novio (ex novio, en realidad, a cargo de Pablo Greco) quien presume que en el abrupto corte de esta relación, hay algo que Andrea no le ha confesado. Como para saber a ciencia cierta si realmente hay un “tercero en discordia”, contrata a un hacker, Daniel (Javier De Pietro), para que se infiltre en la computadora de su novia y, de esta forma, se puedan observar cada uno de sus movimientos. Pero más que Daniel, es el propio hacker quien, a su vez, comienza a entrometerse en la privacidad de Andrea, ya que una vez despertado su espíritu voyeur, no puede parar de controlarla obsesivamente.

Para completar el cuarteto protagónico aparece en escena Juana (Lola Ahumada), la hija preadolescente de Daniel, que vive con él –lidiando con el fantasma de una ex que ha desaparecido por completo y le ha endilgado su crianza-, que absolutamente en la antípodas de lo que le sucede a Andrea, muere por que algún video suyo se convierta en un furor en Youtube y convertirse en una modesta estrella mediática: y parece estar lográndolo con un juego riesgoso que no termina del todo bien, pero que le brinda afortunadamente unos cuantos likes, la moneda más codiciada en las redes.

Las historias tienen puntos de contacto y se van entrecruzando a través de un minucioso trabajo de guion que, lejos de cualquier receta esquemática, rompe el tiempo, la cronología, deconstruye permanentemente la propia historia al mismo tiempo que avanza en el relato y mientras marca algunas precisiones temporales en pantalla juega al mismo tiempo con un loop que permite reinterpretar lo que sucede, dentro de la propia narrativa.

Bendomir, en su doble función de guionista y director, necesita un espectador despierto, participativo, entregado a su propuesta. Su puesta en escena se construye con un diseño de arte meticuloso, riguroso, una pantalla inundada de detalles que llaman poderosamente la atención. Uno quisiera mirar y disfrutar cada uno de estos guiños, dispuestos por los diseñadores y vestuaristas, que ayudan a describir el universo de cada personaje sin necesidad de decir nada más: cada uno de esos objetos, de esas señales, de esos signos, permiten definir perfectamente a cada uno de ellos, brindándonos gran cantidad de información.

No tiene miedo a lanzarse, a jugar con una paleta de colores amplia y llamativa e inclusive, mide cada detalle logrando escenas que se construyen como una composición teatral del espacio, donde nada queda librado al azar sino por el contrario, están dispuestos en el cuidado obsesiva de Bendomir, que no sólo sabe crear los climas adecuados para que se desarrolle su comedia negra, sino que además se muestra como un firme conductor de sus actores desde la dirección.

Así como los documentales que Andrea ve por televisión dialogan interactivamente con la propia historia –sumando a su vez un modo de insinuación sobre otros géneros cinematográficos que se entrecruzan-, la historia que lee Juana le permite a “UNA CHICA INVISIBLE” tener una brillante secuencia animada que juega con el animé, el manga y la cultura oriental, a través de un cuento que oficia de columna vertebral y que permite, al mismo tiempo, que Bendomir explore otras formas de expresión dentro de su propia película, multiplicando y potenciando los disparadores que entrelazan a los personajes.

Más allá de una pulsión suicida presente en Andrea, todos los personajes y la película misma coquetean permanentemente con la idea de un límite, de jugar en el borde, bien cerca del precipicio, esa cornisa por donde transitan los protagonistas, con un humor punzante, mordaz e irónico, que se permite inclusive algunos momentos de tinte escatológico que hacen una potente combinación que, en alguna escenas pareciera abrevar del primer etapa del cine de Todd Solondz (inclusive mucho de lo aparece en Juana, parece ser evocativo de la protagonista de “Wellcome to the Dollhouse”).

Si bien el terceto Carballo – De Prieto – Greco, logran componer convincentemente a sus personajes y entender el ritmo que la historia necesita (con participaciones de María Rosa Fugazot, Silvia Villazur y Leandro Martin Lopez como Diógenes), la Juana de Ahumada es completamente magnética, un enorme acierto de casting, que el ojo de Bendomir tras la cámara, explota al máximo y logra una criatura chispeante, ácida, potente, que no solamente tiene las mejores líneas de diálogos –que Lola pícaramente aprovecha en todas y cada una de las ocasiones- sino que además tiene un rostro y un ángel que traspasan la pantalla (y que con la ayuda del diseño de arte logra un personaje preadolescente visualmente atractivo y que no toca ni uno sólo de los lugares comunes habituales) que por momentos, parece escapada de una película del genial Wes Anderson.

Redes sociales y viralización, anonimato y soledad, voyeurismo y adicciones son algunos de los tantos temas que en tono de comedia sarcástica y con un ritmo veloz “UNA CHICA INVISIBLE” aborda, logrando un producto que se distingue de las propuestas actuales del cine nacional, que deslumbra con una puesta absolutamente creativa y un humor que no tiene miedo de tomar riesgos y rebelarse a los límites y todas las convenciones.

POR QUE SI:

«No tiene miedo a lanzarse»