Una casa lejos

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

El título de la película resulta una especie de McGuffin hitchcockiano, un señuelo que impulsa a los personajes a ponerlos en acción y que brinda a la película su espíritu de búsqueda incansable. Aquella casa lejos es la que sueña Graciela (Stella Galazzi) luego de su retiro de la escuela, después de largos años de docencia. Mientras tanto mira ensimismada el retrato de Sarmiento colgado en una pared, un espejo extraño, que sobrevive indemne como un parche ante la falta de pintura. Pero también mira con devoción el árbol que defendió en sus tiempos adolescentes, escucha con emoción a una exalumna que viene a agradecerle su apoyo y enseñanzas, despide con tristeza y algo de liberación tantos años de entrega.

Pero ese paraíso lejano a orillas del río en Colón se termina disipando cuando su padre resiste su propia despedida de la vida. Desde hace un tiempo Rodo (Carlos Rivkin) ha forjado una amistad con Sabrina (excelente Valeria Correa), una chica que vive en la calle. La presencia de Sabrina no solo altera los planes de Graciela y aleja aún más esa casa soñada que los mismos plazos de la jubilación, sino que replantea todo su itinerario presente, como un señuelo que dispersa prioridades y embarca a la narración en una aventura intempestiva.

Mayra Bottero ofrece una película entrañable, de vitalidad crepuscular, y sus personajes, convertidos en espectadores de aquello que les pasa pese a sus propias decisiones, se revelan tan humanos como nosotros, en búsqueda de ese sueño por más lejano que sea.