Una buena mentira

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

Con las mejores intenciones

Una película que tiene buenas intenciones no parece destinada a la valoración estética sino sólo a la ética. Sería injusto criticar a alguien que ayuda al prójimo, aun cuando la solidaridad no sea la mejor solución a los problemas del mundo.

Una buena mentira se asemeja a esas personas virtuosas ante las que uno se siente un canalla si comenta que están mal vestidas. La historia se basa en las experiencias de un grupo de niños sudaneses que padecieron la masacre de sus aldeas y sus familias, vivieron más de una década en un campamento de refugiados en Kenia y terminaron exiliados en los Estados Unidos.

Es una típica historia de superación de dificultades y de adaptación a un mundo extraño, que por momentos tiene la gentileza de rozar el drama o la comedia, pero que se queda siempre del lado del sentimentalismo semidocumental.

Lo peor que le puede pasar a una ficción, por muy reales que sean los hechos que narra, es confiar en que será suficiente atenerse a la realidad para sostenerse como relato. Asombra la falta de pericia del director Philippe Falardeau (Profesor Lazhar) para organizar en términos visuales y narrativos una historia riquísima.

Si no fuera por el maravilloso elenco, Una buena mentira sería un título perfectamente irónico.

Una buena mentira
Drama
Regular
Director: Philippe Falardeau. Elenco: Reese Whiterspoon, Arnold Oceng, Ger Duany. Fotografía: Ronald Plante. Música: Martin Leon. Duración: 110 minutos. Apta para mayores de 13 años. Sexo: nula. Complejidad: nula. Violencia: media.