Una banda de chicas

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

Ni tuya ni yuta

No fue hace tanto que un famoso productor tuvo el desatino de declarar que no ponía bandas integradas por mujeres en su festival porque no “No hay suficientes mujeres con talento” como para llenar una grilla. La respuesta fue un contrafestival que convocó a un importante número de bandas de diferentes estilos, mostrando que las músicas existen pero lo que no tienen es difusión.

En esa misma línea ya venía trabajando Marilina Giménez con este documental. Quizás comenzó como la necesidad de contar su propia historia como ex bajista de la banda Yilet, pero finalmente creció para convertirse en una película que no solo se propone desmentir la creencia de que no hay mujeres haciendo música en el ámbito nacional: también intenta exponer algunas de las dificultades extra con las que se encuentran en el camino que emprenden, y darse un lugar para mostrar una pequeña pero variada selección de ejemplos que ilustran las distintas bandas y solistas que vienen trabajando en una ya de por sí difícil industria musical, donde muy poca gente accede a monetizar su trabajo artístico.

Un arte que más allá de su necesidad de expresarse o entretener, todas entienden que no existe aislado de sus posturas políticas, tal vez con más conciencia que la mayoría de las bandas más importantes o conocidas.

Por eso Una Banda de Chicas no es simplemente un catálogo de bandas o temas musicales, ni el recorrido de una línea temporal narrado como una serie de momentos históricos que pueden ser contados como una fecha y la descripción aséptica de un evento.

Se nota que Marilina Giménezcuenta desde adentro y habla de lo que sabe, ya sea porque lo vivió en carne propia o porque conoce de primera mano las historias en las que indaga. No necesita pararse frente a ellas como en un paseo por el zoológico.

Construido en base a entrevistas, algo de material de archivo y shows en vivo con una calidad de sonido que justifican verlo en sala,Una Banda de Chicas no deja de ser un documental que le habla a un nicho de público específico, pero de todas formas logra no ser muy sectario.

No exige conocimiento previo de las bandas, de su historia, ni de los temas que plantea como motor de este movimiento en construcción que retrata, solo interés por conocer al menos un poco sobre un ambiente artístico donde se mueve una variedad y cantidad de gente que se fue ganando un lugar con mucho esfuerzo y años de trabajo. Un lugar que entendieron que no iba a existir dentro de la estructura establecida, por lo que necesitaban construir una nueva en paralelo, o derrumbar aunque sea en parte a la vieja. Es una historia sin final, porque aún está en proceso.