Una banda de chicas

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Detrás de las luces que iluminan a las estrellas de rock hay un mundo paralelo, menos glamoroso y mucho más terrenal. Ese sitio de fama, éxito y dinero está ocupado por unos cuantos, pero no hay lugar para todos, porque a los productores no les interesa o, tal vez, suponen que no hay un gran mercado como para invertir en ellos.

Navegando las aguas subterráneas del universo musical argentino, se encuentra un grupo cada vez más grande y variado de chicas que hacen lo suyo con pasión y contundencia. Tocan rock, cumbia, trap, etc. con un gran nivel, en el que se destacan tanto la potencia sonora, como la puesta en escena. Ellas se visten como quieren y lo sienten. Pueden ponerse una sencilla ropa de calle, o vestimentas provocativas, ajustadas o desafiantes de las costumbres sociales.

Las letras expresan sus sentimientos, para nada románticos, sino que cantan con bronca y enojo las actitudes de los hombres. Combaten y critican el machismo con sus acciones sin filtros y las canciones son una suerte de punta de lanza, tal vez, más peligrosas aún. Los temas tienen unas pocas estrofas que las repiten varias veces, pero lo compensan con unas muy buenas y pegadizas melodías.

Marilina Giménez dirigió éste documental con el objetivo de mostrarnos lo que sucede en ciertas comunidades de la noche porteña. Porque ella conoce el paño. Perteneció a un grupo, fue bajista y luego de su disolución se dedicó a la realización de audiovisuales, como otro recurso artístico y creativo.

Las chicas hablan a cámara y entre ellas con un lenguaje crudo, seco, sin tabúes, mientras cuentan sus vivencias, autogestiones, luchas feministas, empoderamientos y dificultades por no poder ser parte del estrellato, ni vivir tranquilamente de la música.

Ellas no se callan nada. No quieren hacerlo nunca más. Discuten un mundo dominado por los hombres y se lamentan que no haya mujeres ejecutivas dentro de ese ambiente.

Sin ninguna duda lo más impactante de la película es la música y la rebeldía que muestran, tanto arriba como abajo del escenario. La cámara recorre boliches y pequeños teatros durante las noches. Incluso siguen a una banda argentina en una gira por Suecia y España. Las tomas son breves y precisas. Se concentra en algo y no se aparta del camino que quiere transitar.

La incorrección es su estandarte. Son marginales y, en algún punto les gusta, pero, como decía el tango, la lucha es cruel y es mucha y ellas también están cansadas. Necesitan de una vez por todas recoger los frutos que vienen sembrando desde que comenzó la democracia.