Una aventura extraordinaria

Crítica de Matías Lértora - Cines Argentinos

Además de todos los elementos que hacen que Una aventura extraordinaria sea una muy buena película, los cuales serán analizados en las próximas líneas, la grandeza de este film recae simplemente en la sensación que uno puede tener cuando comienzan a correr los créditos finales: o lo sentís o no lo sentís.
Cualquier apreciación que se pueda hacer después de eso va a ser la sumatoria de toda la magia creada por Ang Lee.
Cada fotograma está especialmente cuidado y tranquilamente podría ser un cuadro para colgar en un living o museo dado a que el director puso toda su impronta en la estética y un uso excelente de lo digital y el 3D.
Si bien la historia es simple y el espectador no se va a llevar demasiadas sorpresas, es la manera en la cual se encuentra relatada donde la empatía, emoción y adrenalina saldrán a flote.
Y si de flotar hablamos, esa metáfora se esparce a lo largo de todo el film donde la espiritualidad juega un rol fundamental camuflada en una película de aventuras y naufragio.
Tanto los primeros años de vida de Pi como sus vicisitudes en alta mar con el tigre Richard Parker conforman una seguidilla de hechos que sacarán sonrisas y alguna lágrima.
La interpretación de Suraj Sharma es excepcional más teniendo en cuenta que buena parte de la cinta tiene que sostener él solo la dinámica. También hay que mencionar a Adil Hussain quien hace de su padre, cuyas escenas son memorables.
En lo negativo vale destacar que la banda sonora acompaña pero no estremece ni está a la altura de tan magna producción y eso lamentablemente le resta. Lo mismo sucede con las ganas con las que uno se queda de saber más sobre la vida del personaje principal en sus años post naufragio.
El resto es genial y puede ser análogo con lo que sucede al principio de la película cuando el personaje que entrevista a Pi para que le cuente su historia de vida le dice: “Me dijeron que tenías algo para contar que me haría creer de nuevo en Dios”, lo que llevado a un terreno cinéfilo puede traducirse en creer en el buen cine, de ese que te acompaña aún cuando la película terminó.