Una aventura extraordinaria

Crítica de Gustavo Martinelli - La Gaceta

Conmovedora odisea de un joven y un tigre en el océano Pacífico

No hay dudas: Ang Lee es un maestro del encuadre. Lo ha demostrado en "Sensatez y sentimiento", en "Secreto en la montaña" y, sobre todo, en "El tigre y el dragón", donde la poesía se conjugaba con las imágenes en una urdimbre asombrosa y conmovedora. "Una aventura extraordinaria" no es la excepción. Por el contrario: ratifica esta tendencia del director taiwanés hacia un cine intimista y con mensaje existencial. Un cine que no sólo cuenta historias maravillosas, sino que también las presenta con texturas y colores que tienen un sentido espiritual. En esta oportunidad, la narración se sustenta -por primera vez en el caso de Lee- en la tercera dimensión, aunque la película se disfruta de la misma manera en 2D.

Quitando la rutinaria introducción y el asombroso epílogo -a estar atentos al final donde todo adquiere explicación- la historia en sí narra una aventura extraordinaria. La de un joven -extrañamente llamado Pi-, que vive en la India junto a su familia, dueña de un zoológico. Cuando la empresa quiebra, el padre decide trasladarse a Canadá y se embarca junto a su esposa, hijos y animales, en un buque de carga japonés. Pero, a mitad del Océano Pacífico, el barco naufraga en medio de una terrible tormenta. El único sobreviviente es Pi, que queda a la deriva en un bote salvavidas con un tigre tan hambriento y aterrado como él. Poco a poco, la odisea del joven se va transformando en un viaje iniciático que cambiará para siempre su vida.

Sorpresas deliciosas

Técnicamente, el filme es impecable: está plagado de fenomenales efectos visuales y un 3D maravilloso que llena la pantalla de sorpresas deliciosas, al estilo de "Hugo" de Martin Scorsese. Con esta base técnica-visual, Lee indaga con maestría en "Life of Pi" ("Vida de Pi"), la novela de Yann Martel en la que se basa la película, para llegar a un final inesperadamente conmovedor.

Para esta empresa, Lee se unió al fotógrafo Claudio Miranda, de quien vimos trabajos igualmente inspirados tanto en "El curioso caso de Benjamin Button" (2008) como en "Tron, el legado" (2011). Lo mejor de todo es que, lo que ambos hacen, no es solamente para sorprendernos, sino que -muy al estilo de "Tron"- juegan con una arquitectura visual que apunta a todos los sentidos. La escena en la que Pi arriba a una misteriosa "isla canibal" es, por ejemplo, una de las más logradas de la historia del cine. Claro que filmarla costó mucho. Lee debió sortear todo tipo de escollos para conseguir recrear ese paisaje agreste y paradisíaco, repleto de algas fosforescentes que, en la noche, iluminan la isla de una manera similar a las plantas del planeta Pandora en "Avatar".

El desafío

Cuatro años tardó Lee en completar el rodaje de la película. En parte porque había que recrear el movimiento del agua por computadora, generar animales con imagen digital y conseguir un elenco bastante específico para adaptar la novela. Entre los actores -todos desconocidos para nuestras latitudes- se encuentra el francés Gérard Depardieu, en un pequeño pero intenso papel el como cocinero del buque.

Un párrafo aparte merece el trabajo del debutante Suraj Sharma, que tuvo sobre sus espaldas todo el peso de la película. Debió tragar agua, exponerse al sol y perder peso en extremo, para mostrar con crudeza la tragedia que vive Pi. Lo consiguió con creces. Incluso más que Tom Hanks en "Náufrago". Curiosamente, no fue nominado como mejor actor para los Oscar, aunque el filme acaparó 11 candidaturas, entre ellas de la mejor película y mejor director. Y, en ambos rubros, tiene méritos suficientes para ganar .