Un viaje de diez metros

Crítica de Melody San Luis - Fancinema

Lo mágico de la cocina

De más está decir que el amor por la cocina atraviesa Un viaje de 10 metros, pero lo interesante es cómo y qué recursos hacen percibir cómo esta actividad sale de lo común para conformar un elemento extraordinario y peculiar. Sin tomar de forma concreta elementos fantásticos podríamos emparentar a esta película con el género del realismo mágico, pensando especialmente cómo la cocina y los elementos que se utilizan toman un valor sobrenatural.

Los protagonistas de Un viaje de diez metros son los miembros de la familia Kadam, proveniente de la India. En ese lugar, todos ellos se desempeñaron y adquirieron la profesión de cocineros, característica que en la película se muestra con suma delicadeza, haciendo hincapié en cómo Hassan, especialmente, aprende a amar la cocina y se inmiscuye en otras formas de ver al acto de cocinar. De chico, Hassan adquiere de la mano de su madre un lenguaje nuevo. El cocinar se llena entonces de significado afectivo porque se lo apareja a las primeras enseñanzas y cuidados maternos. Esto se apoya con colores cálidos y elementos de cocina y ambientes rústicos. Asimismo, a lo largo del film también Hassan explora otras relaciones o concepciones con la cocina. Es así que cuando logran instalarse en un pueblo de Francia, conoce una visión de la cocina como arte. Esta forma de ver al acto de cocinar se llena de precisión, perfección y obsesión por el gusto, que estéticamente se acompaña con logares ordenados, blancos en su preferencia y objetos discretos. Más adelante, cuando Hassan sale al mundo de los grandes chef, conoce a un tipo de cocina mucho más vinculada con la ciencia. Aquí vemos cómo los ambientes se traducen a oscuros, en el que predominan los grises y negros. Los escenarios se llenan de elementos al estilo de la química y las formas de cocina y hasta los platos que se hacen tienen un fuerte grado de frialdad y una estética por lo raro y perfecto a la vez.

Otra de las aristas que aparece en la película, además de la historia de Hassan, es la de su familia y su enemistad con la dueña del restaurante del frente. Aquí se reflexiona por medio de la cocina sobre el choque de culturas y los prejuicios. Pero sin intención de ninguna moralidad, este aspecto se llena de comedia y drama a la vez, explotando algo que venimos viendo en muchas de las películas actuales, que es la impunidad de la vejez. Toman presencia en esto el padre de Hassan y la dueña del restaurante enemigo (Helen Mirren), que parecen mostrar posturas más tercas y cerradas que los jóvenes.

Por último, lo que podemos resaltar es quizás eso que mencionamos al principio: esa vinculación que encontramos con el realismo mágico. Vemos cómo en la película los elementos, especialmente las especies que le regaló a Hassan su madre, conforman al igual que las pociones en los cuentos maravillosos sabores fuera de lo común y hasta increíbles. Lo mismo pasa con las manos de Hassan, quien pareciera contar con poderes mágicos para sacar de ellas cuanto deseara.