Un viaje de diez metros

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Con gusto a poco...

Lasse Hallström es uno de los directores más propensos a la búsqueda de la lágrima fácil. “Especialista” en comedias/dramas románticas/os, el sueco que alguna vez filmó las notables ¿A quién ama Gilbert Grape? y El año del arco iris tiene también en su prontuario cosas como Chocolate, Casanova, Querido John, Un amor imposible y Un lugar donde refugiarse, todos exponentes en los que el cliché, la idealización y la musicalización en exceso son normas irrenunciables. En esa línea, entonces, se inscribe Un viaje de diez metros.

El film comienza mostrando el derrotero de una familia india dedicada a la gastronomía. Esa locación es, como era de esperarse, la oportunidad ideal para que el sueco apelmace imágenes, sonidos y referencias tipificadas sobre la vida en aquel país. Hasta que, obligados por una persecución política o algo así, deben emigrar primero a Inglaterra y después a Francia, donde por esas casualidades propias de Hollywood recalarán en un pequeño pueblo en el que instalarán un restaurant étnico a todo trapo, ubicado justo enfrente -de allí los diez metros del título- del regenteado por Madame Mallory (Hellen Mirren), quien busca desde hace años otra estrella Michelin ¿Alguien dijo Ratatouille? Poco y nada hay aquí del clásico de Pixar, ya que Hallström no parece muy interesado en amplificar la resonancia de su film más allá del mero pasatiempo.

Pasados los enfrentamientos iniciales y las disputas, ella empezará a mirar con más cariño a sus competidores, sobre todo después de que descubra que uno de los hijos de la familia, que a su vez le echó el ojo a una de las asistentes, es un auténtico crack del cucharón. Como en Julie & Julia, Un viaje de diez metros propone un paralelismo entre vida y gastronomía, equiparando las sensaciones generadas por la segunda con las vivencias de la primera. Así, entonces, Hallström se despacha con una comedia en la que nada puede salir del todo mal, un crowd-pleaser cuyo principal mérito es abrirle el apetito del espectador. El cine, pues, esta vez deberá esperar.