Un tren a Pampa Blanca

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

La salud de los enfermos

Durante los últimos años la producción del género documental argentino tuvo un notable crecimiento. Las nuevas tecnologías permitieron que, con escasos recursos, se pudiera contar una historia real en la que, en muchos de los casos y ante el interés del tema, la utilización del lenguaje cinematográfico pasaba a un segundo plano. Un tren a pampa blanca (2010) conjuga ambos elementos para ofrecer un documental en la la cinematografía adquiere un valor relevante en el producto final, más allá del tema tratado.

Un tren-hospital de niños viaja una vez al año a la ciudad jujeña de Pampa Blanca. Ese es el desencadenante de la ópera prima de Fito Pochat. Pero el nudo del conflicto no se posa sobre los médicos voluntarios sino que lo hace sobre los habitantes del pueblos que visitan. En la mayoría de los casos sufren de desnutrición, mal de chagas, tuberculosis y un centenar de enfermedades más. Ellos encuentran en el tren la única posibilidad de cura, aunque sus expectativas de vida sean casi remotas.

El documental se construye como una road movie o viaje iniciático de un grupo de médicos para terminar estableciéndose sobre Filomena y su familia, cuya historia servirá para articular el relato y como muestra téstigo de las falencias del sistema sanitario. Lo interesante del tratamiento dePochat es que evade la denuncia directa para hacerla a través de la observación. En Un tren a pampa blanca no se trata de poner en evidencia a políticos y autoridades sanitarias, sino de mostrar una realidad para concientizar que es un problema que nos concierne a todos y no a unos pocos.

A pesar de la dureza de la trama, el mayor logro es no descuidar la utilización de los recursos cinematográficos. Lo que podría haberse convertido en un informe televisivo de cualquier noticiero o programa de investigación adquiere valor cinematográfico gracias al extremo cuidado técnico y narrativo. La fotografía de Lucio Bonelli es, sin duda, una protagonista más. A pesar de lo “hermoso” que todo puede verse, no se estiliza la pobreza sino que la muestra naturalmente, cuidando cada plano, cada encuadre, cada detalle para que no olvidemos que estamos frente a una “película” y no ante un “noticiero”.

Un tren a pampa blanca no es otra cosa que el reflejo de una realidad que muchos no quieren ver y que, llevada al cine, no sólo adquiere un valor social sino también cinematográfico, confirmando que en el cine documental las palabras estética y realidad pueden ir juntas sin abyección.