Un tren a Pampa Blanca

Crítica de Fernando López - La Nación

Documento sencillo y noble sobre un tren-hospital que recorre el Norte

Lo llaman tren, y su arribo es ansiosamente esperado en las pequeñas localidades del Norte hasta donde llegan las vías del ferrocarril Belgrano Cargas, pero en realidad son apenas tres vagones acondicionados para funcionar como un hospital pediátrico ambulante, totalmente equipado para prestar atención sanitaria gratuita en comunidades carecientes en las que muchas veces no hay ni hospitales ni salas de primeros auxilios ni médicos con residencia permanente. Hace treinta años que la Fundación Alma puso en marcha esta iniciativa con el indispensable apoyo de profesionales voluntarios: médicos clínicos y pediatras, odontólogos, técnicos radiólogos y de laboratorio, enfermeros, trabajadores sociales. Gente solidaria, en fin, que no lleva solamente remedios, vacunas, conocimiento, apoyo moral o palabras de cariño, sino también un poco de esperanza. Su sola presencia probablemente hará sentir a los pobladores -los de Pampa Blanca como los de tantas otras comunidades, de Jujuy a Santa Fe y de Tucumán a Formosa- un poco menos olvidados.

El film describe el viaje del Tren Alma a la localidad jujeña y la labor de los voluntarios, que deben vérselas con cuadros que revelan la pobreza endémica -de la desnutrición a la tuberculosis o el mal de Chagas- y hacen lo imposible por transmitir nociones elementales sobre el cuidado de la salud, pero también entra en las viviendas de los vecinos, presta oídos a sus historias, da testimonio de la postergación y el abandono que padecen y de la insuficiencia, o la franca ausencia, de acción estatal.

Las voces y las imágenes que recoge Fito Pochat en este film sencillo pero noble son suficientemente elocuentes; no hacen falta discursos ni subrayados melodramáticos. No los hay. Tampoco se pinta como héroes a estos voluntarios que a veces se desaniman al pensar que sus esfuerzos son casi tan insuficientes como combatir un incendio con un vaso de agua. Tal vez los sostenga la idea de que otros esfuerzos pueden sumarse. Quizá también recuerden la respuesta que -según se cuenta- la Madre Teresa le dio al periodista que en la apertura de uno de sus comedores le cuestionó: "Pero aquí sólo alcanza para 300 chicos?". "Sí -le dijo-, éstos son mis 300 chicos. ¿Dónde están tus 300?"