Un reino bajo la luna

Crítica de Franco Giordano - Leedor.com

La última película de Wes Anderson es una excepcional comedia sobre dos adolescentes que se enamoran y escapan juntos, generando un inusitado revuelo en el pequeño pueblo en que viven.

Ambientada a mediados de los ´60, el nuevo film del director de Los Excéntricos Tenembaum y Viaje a Darjeeling, presenta una increíble historia situada en una pequeña isla de Nueva Inglaterra, protagonizada por los jóvenes Sam (Jared Gilman) y Lucy (Kara Hayward), un explorador y una actriz y ávida lectora, que luego de conocerse de manera espontánea establecerán un lazo especial, y precipitarán un plan de fuga de sus respectivas moradas. A medida que avanza el relato, comprenderemos cuáles son las razones de escapatoria de cada uno, y cómo ambas historias se entrelazan en la construcción de su amor.

Si bien la historia de la película gira en torno a Sam y Lucy, tiene un gran elenco que hace funcionar el relato como un reloj, y que incluye renombrados actores como Bruce Willis, en el papel del frustado comisario del pueblo, Edward Norton como líder explorador, Bill Murray como un abogado venido a menos, Frances McDormand como la desapegada esposa de éste último, y finalmente Tilda Swinton en el rol de una asistente social sin desperdicio, tan mágnetica en la pantalla como siempre.

Luego de su huída, tanto el resto de los exploradores como los padres de Lucy (McDormand y Murray) y el Capitán Sharp (Willis) emprenderán la búsqueda de los dos chicos por todo el lugar, mientras que ellos se las arreglarán sin problemas para sobrevivir en la naturaleza gracias a la experiencia de Sam como explorador. Con el correr de las horas la historia se complicará en todos los sentidos, y mientras los protagonistas emprenden una fuga definitiva demostrando su entrega y amor mutuo, se pronostica una gran tormenta que azotará la isla y que se convertirá en un antes y un después para todos los personajes.

Hay varios puntos que deben destacarse de esta producción, empezando especialmente con la música que acompaña la historia, (razón por la cual es recomendable ver la película hasta los títulos finales incluidos), además de un numeroso y llamativo vestuario, exquisitas locaciones, todo con una estética tan particular de Anderson, entre lo naif y lo retro, en la que también se destaca un personaje interpretado por Bob Balaban, que en varios momentos guía el relato como si fuera una especie de Dios, que va explicando determinados eventos que sucederán más adelante. Anderson también elige utilizar muchos gratos recursos técnicos interesantes, vistas panorámicas, travellings y algunos planos secuencia, además de la utilización del color, que le imprimen un carácter especial al film. Sin duda estamos frente a una obra cinematográfica en la que cada plano, cada elección de vestuario y maquillaje y cada diálogo de los personajes está pensado con un fin determinado.

Una gran obra del cine contemporáneo que habla del amor de la juventud en contraste con el de la adultez, al tiempo que mediante un entretenido y delirante guión (también de Anderson) revela los mundos y secretos de dos generaciones distintas, exponiéndolos con simpleza y con una estética y técnicas excepcionales.