Un piso para tres

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Tutti bene

Ulisse Diamanti (Carlo Verdone) fue un gran productor de giras musicales, pero un mal paso con su esposa, cantante, acabó con su matrimonio y su carrera, y hoy sobrevive con un negocio devaluado: la venta de discos. Fulvio (Pierfrancesco Favino) era un prestigioso crítico de cine y, en una desgracia con carambola, la separación de su mujer lo degradó a chimentero de espectáculos. Ulisse, exquisito melómano, duerme en la disquería; Fulvio en un convento. Ambos salen a buscar departamento y así conocen a Domenico (Marco Giallini), un agente inmobiliario que vivió la gloria del ramo pero hoy también está en la mala y les propone compartir un departamento. El espacio muestra su decadencia, metáfora de la crisis europea, del modo más grotesco: para recibir señal en los celulares tienen que asomarse por la ventana y cuando pasa el subterráneo el piso se sacude como un refugio antiatómico. Pese al entorno adverso y a las manifiestas intolerancias (sobre todo por las avivadas de Domenico, el tipo de italiano canchero que tuvo descendencia en nuestro país), los tres se apoyan mutuamente para salir adelante. Conocido mayormente por su participación en comedias italianas (como la última Manual de amor, estrenada hace poco), Carlo Verdone tiene casi treinta títulos como director y ese oficio se nota en Un piso para tres, tanto en la creación de los personajes y situaciones como en sutilezas que no son lo más común del género. Con un final que, lamentablemente, no satisface las expectativas, la película es sólida, disfrutable, y conserva las mejores características del género modelado en los estudios Cinecittà.