Un paraíso para los malditos

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Este es uno de esos productos que comienzan a venderse desde los afiches publicitarios en la vía pública, el mismo compuesto con una muy buena imagen del protagonista, el titulo del filme, y una leyenda que reza: “Qué harías para proteger a tu familia”

Luego de ver “Un paraíso para los malditos” nos damos cuenta que dos de los tres elementos cumplen con lo que anticipan en tanto el tercero obviamente no, y en este punto la mentira, o el engaño, puede terminar desilusionando al espectador ya que nada tiene que ver la historia con la familia del protagonista.

Claro esta que esto no es lo único que aparece como determinante desde el guión para que todo se vaya hundiendo en la incredulidad.

Lo más interesante es la elección y el diseño de la puesta en escena, los climas que ésta genera, con la ayuda necesaria de la dirección de fotografía, al mismo tiempo que el diseño de sonido y el montaje clásico por donde se lo mire, pero que a partir del género de cine negro en el que se encuadra el texto sale favorecido.

La otra pata de la estructura estaría en la presentación, elaboración, y desarrollo de los personajes centrales, muy representativos, bien delineados, pero breves, al mismo tiempo que bien sustentados desde las actuaciones.

El relato se centra en Marcial (Joaquin Furriel), quien empieza a trabajar como sereno en el depósito de una fábrica casi abandonada, en un espacio geográfico del conurbano bonaerense donde tanto éste como el relato circulan en el límite. Se trata de un hombre ermitaño, casi un misántropo, silencioso, por momentos, sobre todo al principio que aparece como extraviado ante su propia vida.

Su actuar y su devenir se presenta como normal y monótono, hasta que la fábula presenta un giro con dos hechos inconexos. Por un lado, entabla relación con una joven madre soltera, lo cual no se muestra como un gran proyecto. Luego, aparece algo del orden de la motivación del personaje para estar donde está: un asesinato y sus consecuencias que cambia su perspectiva de la vida.

Ese crimen dejará desamparado a Roman (Alejandro Urdapilleta), un viejo que padece demencia senil que ni siquiera se ha dado cuenta que su hijo a muerto. Marcial se hará pasar por su hijo, al mismo tiempo que su noviazgo con Miriam (Maricel Alvarez) empieza a formalizarse, incorporando a la hija de ésta.

Con el transcurrir del tiempo, no mucho, ya que se supone que todo transcurre entre nochebuena y año nuevo, los cuatro intentaran conseguir constituir algo parecido a una familia y con pocos elementos armar su propio paraíso.

El problema es que esta altura el espectador sabe de algunos detalles, y no tanto que el conflicto que se plantea a mitad de la historia se resuelve con dos palabras o una imagen que vale como mil.

El problema es que de esta manera sería a lo sumo un medio metraje, no exactamente que todo esto circule hacia el aburrimiento excesivo, sólo que deja de ser lo poco verosímil que ya era.

Lo dicho, lo mejor los climas que se generan y las actuaciones, muy poco, sabiendo que en relación al cuento parece que se quedaron en la presentación de algunas buenas ideas, nada más.