Un paraíso para los malditos

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La lógica diría que la suma de buenos ingredientes deberían dar por resultado un producto satisfactorio, sin embargo esto es cine, y la lógica suele no aplicarse; una de suma de buenos ingredientes pueden fallar sino se los conjuga bien, si falta ese algo, ese toque que nos convenza. En su sexto largometraje (incluyendo el documental Chapadmalal), Alejandro Montiel se adentra por primera vez en un argumento que mezcla el drama con lo policial (esto ya lo había intentado en clave de comedia con Extraños en la noche) y se puede decir que las intenciones y las expectativas creadas no eran negativas.
Narrar un film oscuro, con pocos personajes, una historia fuerte, y con un duelo actoral envidiable era un compromiso de por sí para Montiel, teniendo en cuenta que detrás cuenta con buena producción.
Marcial (Joaquín Furriel) entra a trabajar como sereno en una fábrica, hombre de pocas palabras y gestos adustos, uno adivina un pasado complicado. En realidad, el trabajo de sereno es una fachada, Marcial es un asesino a sueldo a cargo de un narcotraficante, y está ahí para cumplir con uno de los pedidos. Marcial entra a la casa de su víctima, lo liquida sin más, pero descubre que en una habitación se encuentra el padre de su víctima (Alejandro Urdapilleta), casi postrado, y con una senilidad galopante. Algo hace que Marcial se apiade, se haga pasar por su ajusticiado ante la demencia del padre, y lo cuide de todas formas, en definitiva se haga cargo de él.
Mientras, Marcial también encuentra asilo amoroso en Miriam (Maricel Alvarez), la encargada de la fábrica, que con toda inocencia lo mete en su vida y hasta le confía a su pequeña hija. ¿Podrá Marcial encontrar redención? ¿Lo encontrarán los resabios de su pasado y su vida oscura?Como es habitual en su cine, Montiel se encarga tanto de la dirección como del guión, pero esta vez no logró plasmar los dos aspectos conjuntamente. Si bien la dirección de actores, la elección de los personajes principales, y la puesta en escena y creación de clima es correcta y muy prolija; el guión, por otro lado, hace aguas más de una vez. En cuestiones técnicas se nota cierta producción, un cuidado en la fotografía, y hasta cierta forma de narrar en imágenes. Pero el guión plantea incoherencias como que una persona pueda enamorarse y confiar en su bondad ciegamente de una persona que prácticamente no habla, no produce gestos y demuestra el menor cariño hacia su potencial pareja.
Por otro lado, no se entiende la necesidad de cargar al personaje de Urdapilleta (de lograda interpretación) de cierto patetismo e imágenes escatológicas de dudoso gusto, como si estuviésemos frente a La Nona en versión masculina. Hay un interés de hacer un drama policial for export, esfuerzos puestos por demostrar producción en un film de esencia pequeña, pero la suma de fallas en el ensamblado terminar por aguar un resultado final que se esperaba mucho más prometedor.