Un nuevo despertar

Crítica de Flor Salto - Loco x el Cine

No sé si se trata de algo que me pasa particularmente a mí, pero mi apertura mental artística se rindió a los pies de la última ganadora del Oscar a la mejor película. La decadencia a todo nivel que atraviesa Riggan en Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia) es un fiel reflejo de situaciones que muchos actores han vivenciado. Una pieza maestra que puede inspirar y movilizar todo tipo de sensaciones en el espectador. Una pena que Barry Levinson, un director que supo dirigir joyitas como “Buenos días, Vietnam” (1987) y “Rain Man” (1988), no le haya podido sacar jugo al gran Al Pacino. Tampoco voy a entrar en detalles, porque son muchos los factores que flotan alrededor de un artista como para cargarle toda la mochila al cineasta.

Simon Axler es eso; un viejo amigo de los escenarios neoyorquinos (con alguna que otra película en su haber) que ha ingresado en una fase senil y ha sido atrapado por sus propias alucinaciones. Ya no importan los tratamientos psiquiátricos, las ganas de cometer suicidio, las píldoras para dormir… Lo único que le interesa a un hombre como él es el ego que cosechó a lo largo de su carrera en Broadway. Todo se vuelve más confuso aún a medida que van apareciéndose curiosos personajes a su alrededor; más específicamente en su residencia aislada e internada en los bosques. De repente tenemos al protagonista coqueteando con una joven lesbiana que fue su vecina toda la vida y que se enamoró de él a la edad de escuela primaria.

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Lo curioso es que la confusión no sólo inunda el cerebro del viejo actor, sino que también invade al espectador. Es simple; el montaje es bastante malo, las actuaciones sumamente débiles (bordeando el absurdo, en el mal sentido de la palabra) y los diálogos o monólogos no son más que una enredadera con final incierto. Sí, imposible separar la mente de la idea que tuvo Alejandro González Iñárritu, y hasta me animaría a decir que un poco de lo que Darren Aronofsky nos regaló con “El cisne negro” (2010). Sin embargo, Un nuevo despertar (The Humbling) no logra jamás crear una atmósfera que nos ayude a sufrir mientras caminamos el calvario de Simon. No queda claro de dónde viene la admiración hacia el intérprete, y convengamos que las sesiones vía Skype con su terapeuta personal hacen de algunas escenas un relato que pretende ser contado en primera persona, pero que falla la mayoría de las veces.

Quién sabe, en una de esas Tony Montana aceptó, desinteresadamente, un papel que lo hizo sentir identificado con la situación que vive actualmente. Ojalá que así no sea y nos entregue alguna memorable interpretación antes de caer en picada del escenario. No es que haya necesidad, pero siempre la mejor elección termina siendo retirarse en la gloria.

Reflexionando un poco sobre lo que analicé a nivel visual en esta pieza cinematográfica, me quedé pensando que ni siquiera las representaciones metafóricas de muchos espejismos que sufre el protagonista tienen el peso suficiente como para transportarnos a otra esfera del campo fílmico. Tampoco quiero empezar a desvariar, porque ya va a parecer que me contagié del tono catatónico que tiene el guión; un guión que no convence ni como drama, ni como comedia (¿?). Incluso es probable chocar contra una pared de incongruencias entre lo que pretende ofrecer un personaje y lo que termina saliendo de su boca a la hora de tirar letra.

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No, querido Al, esta no te la perdono. Ni a vos ni al equipo que estuvo a cargo de este pastiche que a mi humilde parecer no refleja más que una ausencia de creatividad y espontaneidad para con un actor que debería poder fingir cualquier habladuría o torpeza, pero con muchísima más dignidad.