Un novio para mi boda

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

Yo me quiero casar

La directora Rama Burshtein, que se hizo conocida hace cinco años con “La esposa prometida”, cambió de registro y regresa con una comedia romántica, con un humor velado y efectivo, buenas actuaciones y un guión entre el disparate y la fe. La obstinada protagonista, Michal, tiene cerca de 30 años, con un pasado secular y luego convertida a la religión ultraortodoxa, como sucedió realmente a Burshtein, nacida en Nueva York, pero que vive desde su infancia en Jerusalén. Michal está por casarse, con la lista de invitados y el salón contratado, pero el novio se arrepiente a último momento.

   Sin embargo Michal no cambia sus planes y se promete que en ocho días, antes de la octava noche de Janucá, aparecerá el amor de su vida. Mientras, se suceden citas acordadas con hombres de su comunidad, la desesperación de su familia que ve venir la humillación, una visita a la tumba del rabino Najman en busca de inspiración y su trabajo como animadora de un zoológico ambulante.

   Michal es interpretada por Noa Koler, quien ganó dos premios a mejor actuación. La actriz transita con con vicción los precipicios a los que la somete la fe de su personaje, o su locura, según algunos candidatos. Burshtein estuvo nominada como mejor directora en el festival de Venecia de 2016 por este filme, el segundo estrenado comercialmente en Argentina. En las dos ocasiones se concentró en contar historias que transcurren en la comunidad ultraortodoxa a la que pertenece. Si primero lo hizo con un drama sobre la relación entre un viudo y su cuñada, para su regreso eligió una comedia reflexiva y un humor al borde del delirio para contar una historia sobre la búsqueda del amor sin importar la religión.