Un mundo seguro

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Paranoia y televisión basura

Sátira desbordada, con la TV como centro.

Un mundo seguro transcurre en una suerte de futurismo presente. Sus pocos personajes son extremos, estridentes, estrafalarios, indolentes, viles, megalómanos; se podría decir que paródicos, aunque se parezcan demasiado a los que nos invaden desde la TV basura. Igual que el estilo y los temas: la paranoia (fomentada), el sensacionalismo, la falta de escrúpulos y de respeto por la intimidad del prójimo.

Para transmitir esa mediocridad mediática, y sus efectos devastadores, Eduardo Spagnuolo eligió la sátira desbordada, cercana al esperpento. Una sátira con violaciones, drogas pesadas, sexo usado como peaje laboral, voyeurismo y otros elementos de shock. Carlos Belloso -en un festival de desbordes- interpreta a un poderoso hombre de la televisión que se encierra en un departamento manejado por un sistema de seguridad de última generación. Más que seguridad, encontrará claustrofobia, vacío, descontrol y peligro extremo. Cámaras y cocaína. Como Al Pacino, salvando las grandes distancias, en el final de Scarface .

Antonio Birabent y Carla Crespo hacen de conductores de un show de TV que siguen este caso en un tono entre burlón, sádico e invasivo. En resumen: varios tópicos de la realidad -sobre todo la del amarillismo mediático- transmitidos a través de una estética revulsiva. El problema de la película, que tal vez podría haber sido un buen cortometraje o una obra teatral, es que, en su intención de transmitir un mundo frío, chato, plagado de lugares comunes, cae en clichés y personajes muy previsibles, y, además, abusa del absurdo.