Un mundo extraño

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

EN BUSCA DE LA AVENTURA PERDIDA

Desde el póster, su tipografía, Disney nos prometía un gran relato de aventuras, que parecía fusionar a Julio Verne con Indiana Jones. El director, Don Hall, es alguien con pergaminos más que válidos dentro de la compañía, con esa gran película que es Moana y dos relatos interesantes como Grandes héroes y Raya y el último dragón, por lo que la invitación era más que interesante. Pero a poco de comenzar, luego de un prólogo atractivo en el que se plantean conflictos y contrapuntos entre personajes con una mirada opuesta entre caídas, corridas y salvadas límites, lo que sigue es un relato decepcionante, que se va abrazando a una discursividad exasperante en la que todo pasa por lo que los personajes tienen para decir y nada por las acciones, la aventura o el movimiento.

En ese prólogo, se sientan las bases del conflicto de la familia Clade: un padre con espíritu expedicionario y un hijo con otros intereses. Cuando en pleno viaje al mundo extraño del título, el primero decida continuar la travesía y el segundo decida volverse con un descubrimiento (unas plantas que contienen energía), los lazos se romperán de forma definitiva. O hasta que una larga elipsis nos lleve a 25 años después, con el hijo convertido en esposo, padre y granjero, e involucrado en un nuevo viaje a aquel mundo lleno de vida con formas abstractas en el que está pasando algo con la planta que les provee energía. Un mundo extraño, como tantas películas de Disney (y como tantas películas Americanas) es sobre padres e hijos, sobre ese vínculo difícil, sobre esa relación tirante que se cocina entre el cariño y la presión de los legados. Es, en definitiva, un tópico viejo que encuentra aquí un problema generacional: La construcción de positivismo tan propia de esta era hace que el dilema de los personajes suene un poco inverosímil.

Porque, de otro modo, ¿cómo es que ese padre que construye un matrimonio interracial, tiene un hijo gay con el que se lleva fantástico y, de mascota, un perro al que le falta una pierna, y que además padeció la presión de su propio padre para convertirse en lo que no quería ser, termina encerrado en la misma posición que su progenitor, esperando de su hijo algo que no desea? Hay algo que luce un poco falso en el relato (tan falso como esa escena familiar en la que preparan una comida bailando alegremente), o al menos apurado por la necesidad de incluir tópicos de la agenda woke, a lo que se suma sobre el final y de manera absolutamente forzada (incluso pareciéndose demasiado a Moana) un mensaje ecologista y giros en los que personajes en apariencias buenos tienen comportamientos malos, para convenientemente volver a ser buenos en el final. Un mundo extraño luce más interesada en decir sus cosas que en ver la forma en que las dice sin caer en subrayados, simplificaciones o discursos bienpensantes. Problemas de un guion mal desarrollado, más preocupado en ser políticamente correcto que coherente. Y si con eso no alcanza para mandarla al fondo del olvido, hay que decir que desaprovecha un bonito diseño de personajes y carece de humor (aunque lo intenta) como para ver que no funciona por ningún lado.