Un monstruo viene a verme

Crítica de Santiago Balestra - Alta Peli

Visualmente aceptable aunque predecible desde lo narrativo.

La muerte. Aceptar que todos los que nos rodean ––e incluso nosotros mismos— tarde o temprano vamos a dejar este mundo, es un hecho que no recibimos ni asimilamos con facilidad; sin ir más lejos, mientras menor la edad, más difícil es. Un Monstruo Viene a Verme trata de abordar este dilema moral desde el punto de vista infantil, entremezclándolo con lo fantástico.

Yo… soy… Liam.

Connor O’Malley es un niño que no está pasando por su mejor momento. Su padre vive lejos, sus compañeros de colegio lo molestan, y como si esto fuera poco, su madre padece una grave enfermedad que, de terminar con su vida, dejará a Connor en manos de su estricta abuela. Entre todo este descontento, llega a la vida de Connor un monstruo que le contará tres historias, cada una con el propósito de ayudarlo a enfrentar sus problemas.

Durante días me he quedado pensando si la predictibildad de Un Monstruo Viene a Verme es una virtud o un defecto. Porque es una de esas películas que tiene un final cantado ni bien se les posa el ojo, con mecanismos narrativos que el espectador ve venir desde kilómetros. Es una virtud, porque la película no hace ningún esfuerzo en vendernos gato por liebre; lo que sospechamos que va a pasar es lo que va a pasar. Su mensaje, o lo que intentan promover como tal, pasa por otro lado. Habla con mucha inteligencia no sólo sobre la aceptación de la muerte, sino de la contradicción inherente a la naturaleza humana, y como esa línea moral de lo bueno o malo, se vuelve más difusa conforme crecemos. No obstante, esto es también un defecto, porque sólo se conforman con aceptar su predictibilidad; el personaje cambia por esta experiencia, es cierto; pero no hay riesgo externo. Nos queda el mensaje, todo maravilloso, pero no hay riesgo.

Un conflicto interno fuerte es importante para el crecimiento de un protagonista, pero si el conflicto externo, el obstáculo tangible, es débil y/o anticipable, le quita valor a ese crecimiento por profundo que sea su desarrollo.

En materia actuación, los que quedan bien parados son Sigourney Weaver como la abuela del protagonista y la voz de Liam Neeson que confiere la intimidación esperable del monstruo (aunque por su aspecto parezca ser el primo de Groot de Guardianes de la Galaxia). El chico protagonista, Lewis MacDougall, entrega una interpretación decente, mientras que Felicity Jones está en piloto automático durante toda la película; no consigue conmover. Aparte, cabe aclarar que las escenas que comparte con MacDougall son más propias de una dinámica hermano-hermana que de madre-hijo.

Visualmente la película es bastante impecable, tanto en el live action como los segmentos animados que ilustran a las historias del monstruo. La fotografía crea eficientes composiciones de cuadro que adoptan el clima y el paisaje que supo crear la dirección de arte.

Conclusión:
Aunque abarca con propiedad una temática compleja como es la muerte, y un contexto aún más complejo para enfrentarla como es el de la niñez, Un Monstruo Viene a Verme termina perdiendo lustre por la predictibilidad de su recorrido narrativo.