Un minuto de gloria

Crítica de Daniel Lighterman - Visión del cine

Un minuto de gloria, codirigida por Kristina Grozeva y Petar Valchanov, cuenta las desventuras de Tzanko Petrov, quien por cosas del azar termina perdido en medio de la burocracia de un corrupto sistema de gobierno.
El señor Petrov es un humilde trabajador ferroviario que en una de sus recorridas encuentra millones de lev (la moneda de Bulgaria) y que, gracias a su honradez, denuncia lo encontrado a la policía. La encargada de Relaciones Públicas del Ministerio de Transporte, -organismo sumido en un escándalo de corrupción-, ve esto como una oportunidad para limpiar al ministro ante la opinión pública y, entonces, cita a Tzanko Petrov para ser premiado por sus valores. Pero la desidia y el desinterés con que la política (oficial y opositora) trata al héroe del momento, sólo logran enredar más la imagen del ministro, al mismo tiempo que arruina la, hasta ahora, tranquila vida del protagonista.

El gran punto de interés de este film búlgaro es que todos los acontecimientos pueden ser tranquilamente traspolados a cualquier país del mundo, principalmente a los de Latinoamérica, donde la corrupción en las altas esferas se ve traducida en más corrupción hacia abajo y un grave detrimento de la calidad de vida de sus ciudadanos.

Con mucho humor (negro, obviamente) y mucho sarcasmo, el personaje de la RRPP Staykova, encarnada por Margita Gosheva, muestra cómo el desinterés por el factor humano y la despersonalización (que en su caso también se refleja en su vida marital) son una parte central en la vida cotidiana de los seres humanos hoy día.

El guion de Un minuto de gloria logra desde el primer momento un clima de desesperación intenso, pero no por eso intolerable. La burla constante a la sociedad, incomoda al principio, pero se vuelve muy graciosa a medida que avanza la trama y la Staykova se va comportando cada vez peor.

Las actuaciones son realmente sobresalientes. No sólo la de los funcionarios, Stefan Denolyubov compone al protagonista con un realismo tal que, en muchos momentos, el espectador se olvida que está viendo una ficción.