Un maldito policía en Nueva Orleans

Crítica de Jorge Bernárdez - Subjetiva

La leyenda del indomable

Para ver Un maldito policía en Nueva York de Werner Herzog hay que dejar atrás todo lo que uno supone: que es una remake, que el alemán se vendió a Hollywood y que Nicolas Cage en manos de un director de prestigio va a sacar el pie del acelerador.

Y hay que olvidarse de todo eso porque:

1- Aunque tome en parte el título de la película de Ferrara (Bad Lieutenant, 1992) no sigue en nada los lineamientos de la “original”; para ser claros, acá no hay ninguna monja violada ni un policía carcomido por la culpa que debe litigar con su conciencia a cada violación de las normas éticas o policiales que comete.

2- Herzog en Hollywood sigue filmando lo que se le canta y mejor aún, les hace creer a sus nuevos patrones que filma lo que ellos esperan para después, subvertirlo desde adentro.

3- Nicolas Cage, lejos de poner un pie en el freno, es empujado por el ritmo de la película a una aceleración del personaje y sus conductas que se adaptan perfectamente al ímpetu que el director alemán le impone al relato.

El primer cambio de la trama es que, como ya dijimos, no hay ninguna violación contra una monja sino que es una masacre la que dispara la investigación que arrastrará a Terence McDonagh (el maldito policía en cuestión) a una vorágine de conductas inapropiadas de las que el espectador será testigo, no sin asombro.

Hay una dolencia que empuja a McDonagh a consumir Vicodin, un calmante poderoso. Y de ahí a la cocaína hay un paso que el protagonista no tarda en dar. Y hay un elenco sin fisuras en el que sobresalen Val Kilmer y la impactante Eva Mendes en el papel de una prostituta a la que el protagonista explota y comparte con ciertos personajes de la noche, más la música de Mark Ishan, diseñada como un personaje más de una película que vale la pena ver y con la que Herzog parece acatar las convenciones, pero solo para burlarse de ellas.