Un maldito policía en Nueva Orleans

Crítica de Javier Galestok - RosarioCine

Desborde y locura en Nueva Orleans

En 1992, el notable Abel Ferrara dirigió "Un maldito policía" con una maravillosa actuación de Harvey Keitel, y ofreció un filme meritorio. Ahora Werner Herzog -otro relevante hombre de cine- tomó aquella historia y la versionó, algunos dicen que aceptó la idea de los productores porque necesitaba dinero, y al caso llega que según declaraciones, el propio Herzog jamás vió la peli de Ferrara.
Quede claro que no van a ver una absoluta "remake". No, aqui y ahora el corrupto teniente que interpreta Nicolás Cage es apenas un esbozo de aquél que ofreció Keitel, y que se hundía en su propia locura y enajenación. La dupla Cage-Herzog apuestan a un recorte para pegar y armar en una historia que tratada de otra manera, en otro tiempo y espacio, muestra como una trama se desvirtúa, cuando ese personaje tan fuerte desde lo fílmico, entra a fallar, y que las alfileres no alcanzan para sostener un producto que más allá de lo desparejo, tiene algunas -pocas- cosas interesantes.Lo cual tampoco alcanza para satisfacer las ganas de encontrarse con un filme bien hecho, y modestamente aceptable.

El desborde que ofrece Cage en su personaje, del cana que lucha contra su propia degradación, parece instar a desintegrarse por el resultado de la propuesta. Ferrara proponía, como en la mayoría de sus materiales cinematográficos que dimensionalidad puede cobrar esa línea divisoria entre el bien y el mal, entre la locura y la razón, con la agonía espiritual como camino de redención, de única salida posible. Herzong va y viene, Cage lo sigue, y los resultados son magros, en las calles y lugares pintorescos de Nueva Orleans, que al igual que la atracción femenina de Eva Mendes o Fairuza Balk, la fotografía de Peter Zeitlinger, o la música lograda de Mark Isham, no logran para redondear un filme fallado.