Un maldito policía en Nueva Orleans

Crítica de Hugo Zapata - Cines Argentinos

En 1992 el cine independiente norteamericano brindó un film llamado Bad Liteneaunt, dirigido por Abel Ferrara, un sujeto que se especializa en contar historias oscuras y deprimentes.
La película es considerada hasta el día uno de los trabajos más importantes que hizo Harvey Keitel en su carrera, quien interpretó a un policía decadente y corrupto que se enfrentaba a sus demonios personajes cuando se ponía a investigar la violación de una monja.
Por supuesto que esto traducido en la visión de Ferrara es otro tema.
Aquel film un poco ensalsado por la crítica tampoco narraba una gran historia, más allá de las alegorías religiosas y de mostrar al policía más corrupto del mundo abusar de su poder y la drogas.
Es como que Ferrara estaba demasiado preocupado por hacer una película controversial y oscura que narrar una buena trama.
Cualquier episodio de Los Sopranos es mucho más profundo y apasionante que ese film, pero es cierto que Keitel ofreció una actuación sumamente convincente.
Un maldito policía en Nueva Orleans es un film inspirado en esa obra de Ferrara.
En realidad no es una remake oficial ni una continuación, pese a que se repiten varias situaciones del film de 1992.
La dirección corrió por cuenta del alemán Werner Herzog, quien en el pasado se destacó con películas como Aguirre, la ira de Dios y Fitzcarraldo.
En este caso Herzog y Cage decidieron abordar la historia del policia corrupto más en joda sin tomarse demasiado en serio el género. Esa es la principal característica de Un maldito policía.
Lo que era un drama depresivo en el film original acá se tomaron las cosas en solfa.
Nicolas Cage, quien parece llevarse bien con los personajes con problemas de adicciones, es el que salvó la película y la verdad que está muy bien en este personaje.
Es loco porque si bien el trabajo de Herzog de alguna manera es un poco más entretenido que el de Ferrara, por las situaciones disparatadas y absurdas que presenta, la película no termina de convencer del todo como propuesta policial.
Werner es un gran documentalista pero queda claro que este género no es lo suyo.
Hay un tiroteo al final de la historia que en manos de otros realizadores como Brian De Palma o Antoine Fuqua (Dia de entrenamiento) se hubieran lucido con más intensidad en el film.
Lo mismo ocurre con la investigación que lleva a cabo el personaje principal que se resuelve en una escena de manera ridícula donde se atan todos los cabos sueltos como si fuera una serie clase B de televisión.
Tampoco ayudan una serie de secuencias surrealistas que Herzog filmó con unas iguanas, donde parece intentar emular a David Lynch. Son momentos que representan alucinaciones del protagonista que no aportan nada y detienen el desarrollo del conflicto sin sentido.
Todo esto sumado a un final Hollywodense hacen que la opción más recomendable con respecto a este film sea recordar la película original, que sin llegar a ser una obra maestra dentro de todo era mejor que esto.