Un maldito policía en Nueva Orleans

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Con la apariencia de un policial sórdido y melancólico, el genial Werner Herzog vuelve al ruedo –aunque esté filmando seguido y acá poco y nada recibamos de su trabajo-. entregando una particular semblanza de un corrupto policía americano. Empleando el marco de una ruinosa y dolida Nueva Orleans, el director de Kaspar Hauser integra un film de género con otro en el que determinadas visiones surrealistas, oníricas y sarcásticas se intercalan.
Si bien Herzog lo niega, Un maldito policía en Nueva Orleans parece estar claramente inspirada -hasta el título es casi el mismo, tanto en inglés como en su versión en español- en Un maldito policía de Abel Ferrara con Harvey Keitel, que también retrataba un corrupto y licencioso teniente policial, sólo que emprendiendo un caso de otras características y en un contexto urbano muy diferente. Aquí el teniente en cuestión está a cargo de Nicolas Cage, quien es un detective de homicidios con fuerte dolores de espalda que fomentan sus tendencias adictivas. Sus vínculos con dudosos personajes, como una prostituta, un apostador usurero y finalmente un gangster responsable de una masacre, al que presuntamente se alía para traicionarlo; no hacen más que hundirlo cada vez más en un abismo. De todos modos el cineasta alemán se toma en serio muy poco de toda esta trama, entre las alucinaciones del protagonista y sus desbordes eufóricos y melodramáticos. Momentos surcados por una extraña poesía y un ácido sentido del humor van desvirtuando creativamente lo que se podría denominar un simple policial de acción. A esto se suma un tramo final envuelto en una absurda resolución serial de conflictos, que formarían parte de una ensoñada redención. De todos modos el pulso irregular puesto en juego por Herzog no alcanza para dar forma a una gran obra. Un Cage sobreactuado y burlón se luce junto a un elenco que ofrece curiosos matices.