Un lugar para el amor

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Un romance familiar

Un filme que aborda las diversas maneras de entender las relaciones afectivas en el seno de una familia de escritores.

Hay algunas pistas prometedoras antes de ver esta película. Quizá la más fácil de reconocer es que los dos actores más conocidos de Un lugar para el amor, Greg Kinnear y Jennifer Connelly, por lo general suelen involucrarse con buenos filmes, tanto si son superproducciones como si se trata de emprendimientos autónomos.

Un lugar para el amor es un buen trabajo, lleno de buenas intenciones realizadas y con un mensaje reparador. Es un poco extraña la historia, pero la distancia se zanja gracias a los sentimientos.

En una casa junto al mar, durante un receso invernal, padre, hijo e hija intentan pasar el tiempo libre en paz. Están sobreviviendo a un divorcio que hace tres años alteró la familia. Los tres escriben, el más veterano es un autor reconocido. La hija adolescente acaba de conseguir su primer contrato con un editor, y el varón viene detrás.

Esa chica está enojada con la madre porque los abandonó y no habla con ella desde hace un año. El muchacho es contemporizador. El adulto está deprimido y hace rato que no toca una máquina de escribir.

Además, el chico está empezando a transitar el primer gran amor de su vida. Y la piba conoce a alguien que la ayuda a salir del desencanto, de ese "amor estancado" (Stuck in love) del que habla el título original.

El relato corre como una fibra óptica por tres historias románticas paralelas, de adultos unas y de colegiales otras, apoyándose en puntos clásicos del género pero también tomando vuelo propio. Hay mucha música en el ambiente, situaciones divertidas y para pensar. La realización es amena, aireada, y los sentimientos que cruzan los semblantes de Connelly y Kinnear, quien sabe perfectamente cómo hacer que un personaje sea entrañable, le dan pinceladas de calidad al conjunto.

Quizás coquetea un poco con una intención de ser profunda, pero es una película que transmite cosas, y que deja algunas más después de salir de la sala. La atmósfera literaria no es pesada. Incluso para aquellos a los que no les interese el tema podrán acceder a esta película, que no se vuelve demasiado para entendidos. Aunque si hay algunos guiños, que en un minuto le agregan una pincelada extra a quien los capta: la voz del auténtico Stephen King en el teléfono, teniendo una pequeña charla con uno de los personajes, es una caricia para sus seguidores en todo el mundo.

Vale la pena ver Un lugar para el amor. Como película no es redonda, ni cuadrada, sólo tiene su propia forma.