Un lugar para el amor

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Lo mejor es la casa playera de madera

El "lugar para el amor" al que alude el título local es casi lo mejor de la película: una casona en la playa, de madera noble, con grandes ventanales, piso encerado y ambientes amplios que parece que se limpian solos (no hay personal doméstico a la vista).

Para dar una idea, el armario de la cocina es tan amplio que cabe una parejita acostada. Está en Wrightsville Beach, North Caroline, por si alguien anda buscando alquiler para estas vacaciones.

En cuanto al tema de la película, bien, su título original habla de gente atascada en el amor. El dueño de casa sigue obsesionado con la mujer que lo largó hace como dos años. La hija apenas joven, decepcionada por la experiencia de los padres, se hace la superada, descreída y degenerada, es decir que aflojará cuando se le cruce un buen tipo de cariño sincero (pasa en las películas, pasa en la realidad, pero sólo a veces). Y el hijo menor está bobo por una compañerita de la secundaria que anda con un grandote y apenas uno se descuida le mete a la cocaina con champán y hay que llevarla al hospital (él prefiere la marihuana "con filtro").

¿Y de qué vive esa gente? El título de rodaje era "Writers". De eso va la historia. El padre es novelista, la hija publica su primer libro, el hijo endereza para cuento y poesía, y todo pasa entre conversaciones (nada profundo), lecturas, estímulos, recomendaciones, una presentación muy paqueta al aire libre y un cameo telefónico (solo se oye la voz) de Stephen King.

Una de las pocas personas que no lee ni escribe es la apetecible vecina rubia, muy comedida con el pobre hombre separado. Porque la ex mujer también lee. ¿Y qué lee la ex mujer? La novela del marido y el libro de la hija. Y eso que se llevan mal.

En suma, sexo, droga y literatura. Y mucho cuidado de las formas, e interpretaciones a cargo de gente linda. Hay como una veintena de canciones de fondo y otros vicios del cine indie, pero se pasa el rato.

Además, su autor tuvo una gratificación extra: es que, según dicen, él se inspiró en la separación de sus propios padres, y "reescribió la historia tal como le hubiera gustado que termine. Placeres de la ficción.

Dicho autor es el virginiano Josh Boone (homónimo del basquetbolista), y ésta es su primera película. Luego reincidió con otras dos, también de base literaria.