Un lugar para el amor

Crítica de Elena Marina D'Aquila - A Sala Llena

La zona muerta

El cine supo adaptar a lo largo de los años, en una cantidad considerable de veces, el eterno conflicto del novelista -o guionista- que atraviesa una crisis o padece el síndrome de la hoja en blanco, y lo hizo de la mano de diversos directores que han sabido encarar dichos proyectos de una forma más interesante (e inteligente) que Josh Boone. Un Lugar para el Amor no retrata las neurosis ni el fracaso editorial o la excentricidad de una familia de escritores, sino que se aferra a la fórmula hollywoodense compuesta por una pizca de drama en una familia disfuncional norteamericana, adolescentes que tienen problemas con las drogas, novios abusivos, engaños y un happy ending redondito que termina como empieza: la mesa puesta, la familia feliz y la cena del Día de Gracias. Lo único que puede resultar de esto es una película lavada, sentimentaloide y pseudo intelectual, en la que conocemos cada paso del relato hasta el final como un indicador de GPS ya incorporado en nuestras mentes...