Un lugar en silencio: Parte II

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Con Un lugar en silencio, John Krasinsky se quiso probar como algo más que actor y dirigió y escribió una sólida película de terror sobre un planeta asediado por alienígenas entre los que sólo se puede sobrevivir en absoluto silencio. Para eso la familia protagonista tuvo que armarse una vida en el bosque, aunque el peligro siempre acecha porque hay cosas que no se pueden controlar. Después del éxito de aquella película y tras más de un año en pandemia llega a salas con retraso su secuela, que ubica la historia apenas días después donde terminó la anterior.
La parte II, escrita y dirigida una vez más por Krasinsky, empieza con un prólogo que nos muestra el primer y definitorio ataque de estas criaturas, cómo la cotidianeidad es rota a pedazos en cuestión de minutos. También sirve para presentar un personaje que terminará siendo acá uno de los protagonistas, interpretado por Cillian Murphy.
En algunos aspectos la secuela consigue explotar alguno de los recursos que funcionaron antes pero hay otros tantos que no generan el mismo impacto, quizás porque todo se siente más forzoso y calculado. Como por ejemplo sucede con el uso del montaje paralelo que funciona mejor en las últimas escenas y no tanto en otras anteriores, donde más bien molesta. Nos introduce un personaje del que hubiésemos querido saber un poco más, un ermitaño reacio a trabajar en equipo, pero con los personajes previos obtiene resultados desparejos: mientras en la película anterior las mujeres terminaban siendo las protagonistas, aquí sí sucede con Millicent Simmonds (hipoacúsica en la vida real y quien debutó ni más ni menos que en Wonderstruck de Todd Haynes), que mueve la historia hacia un lugar nuevo, pero no con el de Emily Blunt, cuyas escenas se sienten innecesariamente alargadas y no le hacen justicia como supo suceder antes.
A lo largo del relato, se generan buenos momentos de tensión incluso cuando ya no hay muchas sorpresas. Excepto por el uso de banda sonora incidental, aspecto que se siente fuera de lugar, se nota una mejora en comparación a la anterior con respecto a lo técnico. Otro detalle que vale resaltar: en la primera la acción cobraba tal importancia que apenas había líneas de diálogos en toda la película mientras que en esta buscan resolver ciertas escenas de una manera que parece más fácil y perezosa.
Acerca de la trama no conviene adelantar mucho pero se puede decir que hay una búsqueda interesante por abrir posibles líneas argumentales y es el personaje de la hija la que mueve la historia hacia una tentadora esperanza. Pero se le perciben los hilos al guion y parece más bien prepararse para una tercera parte, que por cierto está confirmada y se nota sobre todo cuando la película termina.
En resumen estamos ante una buena película de terror, con momentos de tensión logrados y personajes que ya conocemos en su mayoría, pero a la que le falta chispa. Si bien funciona dentro de su género y se la siente honesta y con buenas intenciones, parece deslucida ante su antecesora que supo provocar mayor sorpresa e impacto. Quizás porque acá apela a la repetición de situaciones parecidas a las que vimos y porque el monstruo aparece más en pantalla y siempre genera mayor terror aquello que no vemos. De todos modos volvió el cine y es una buena propuesta porque seguro se disfruta más en una sala oscura y, lo más importante, silenciosa.