Un lugar en silencio: Parte II

Crítica de Fabio Albornoz - Ociopatas

Es un día tranquilo en el pequeño pueblo donde vive la familia Abbott. Todos están reunidos viendo el partido de beisbol infantil. Aplausos, gritos de alegría y charlas se suceden. La normalidad de lo cotidiano. Pero el caos irrumpe con la caída de unas criaturas provenientes del cielo.

Así comienza UN LUGAR EN SILENCIO – PARTE II, secuela de la extraordinaria cinta dirigida, escrita y protagonizada por John Krasinski en 2018.

Krasinski elige partir del día 0. Un prólogo que nos remonta a los tiempos pasados, cuando todo era normal. ¿Por qué al pasado? Para introducir mayor información sobre el origen de los bichos, contrastar los dos modelos de vida, y también, con el fin de presentarnos a un personaje que luego será vital para el transcurso de la historia, un amigo de la familia interpretado por Cillian Murphy.

Los oídos tapados del niño Abbott sirven de enlace temporal unificando ese pasado, con el presente inmediato, donde concluyeron los hechos de la primera entrega. Es decir, un gesto que unifica tiempos. UN LUGAR EN SILENCIO 2 retoma desde ahí. Ya sin Krasinski como actor, pero sí con la continuidad de la supervivencia de esta familia.

En un Hollywood donde predomina el estruendo por sobre las ideas, lo de UN LUGAR EN SILENCIO no deja de ser genial. Krasinski tiene sus prioridades claras.

Esta segunda parte es, primero una película sobre humanos, y luego, una de monstruos. Lo que abunda aquí es humanidad. Krasinski narra una historia a la mejor tradición Spielbergiana, con una familia quebrada, que debe salir adelante para sobrevivir.

Una película sobre redención y segundas oportunidades, básicamente, sobre eso que nos hace humanos, lo que nos separa de esas criaturas. El personaje de Cillian Murphy se incrusta perfecto en la narración para completar un poco el casillero del padre de familia ausente, pero también para recomponer su propia existencia, algo que va escaseando en ese mundo ya barbárico.

Por supuesto, como en la primera entrega, se sucederán situaciones que activan el peligro de todas las formas posibles, incluso cuando estas “excusas” narrativas resulten un tanto insólitas. Lo que hace Krasinski es jugar siempre a favor del suspenso.

El factor sorpresa de la original ya no está, pero esta secuela encuentra la forma de ser igual de lúcida y eficaz en su ejecución, el director se mueve con la destreza de un realizador que lleva años filmando. Hace uso de todos los recursos posibles, en favor de su narración. Nuevamente, el fuera de campo y el trabajo sonoro se destacan, pero esta secuela es verdaderamente una oda al montaje paralelo.

Una vez que la familia llega a este refugio subterráneo, el film se ramifica en dos direcciones, o, mejor dicho, dos misiones. Otra gran excusa que los expone a un necesario peligro inminente. Krasinski pone en movimiento a sus personajes. Lejos de caer en una adrenalina atolondrada, Krasinski lo construye con un espesor raro en la industria. UN LUGAR EN SILENCIO 2 no regala monstruos ni gritos, todo parece medido milimétricamente. Lo que sucede es lo justo y necesario.

El montajista Michael Shawver despliega estas dos líneas que siempre trabajan cierta unión. Hay gestos, elementos y situaciones sonoras, que unifican las líneas. Y eso es interesante, porque complejiza mucho más la estructura.

Algunos dirán que hay algo de cobardía de Krasinski por ceder, aún más que en la primera, a la música extradiegética (música que no pertenece al mundo que se relata) en vez del silencio absoluto. Y si bien es cierto que aquí hay una mayor cantidad de momentos musicalizados, también hay pasajes muy extensos que apelan pura y únicamente al silencio.

Quejarse de esto, expone un cierto desconocimiento sobre cómo funcionan las cosas en Hollywood. La música está asociada con la noción de ritmo, algo elemental para cualquier producción realizada dentro del corazón de la industria. Ningún film sin musicalizar, atravesaría las puertas de financiación de un estudio norteamericano. Bastantes son los minutos que el director utiliza en afán del suspenso más puro y eso lo convierte lejos de un director que cede, en uno que toma riesgos.

Krasinski no necesita de la música más que para escenas de transición, esas que implican algunos traslados largos de los personajes, o bien, la necesita de forma diegética, como indicio de que hay vida más allá. La canción “Beyond the Sea” es el hilo que conduce a los personajes hacia una de las travesías.

UN LUGAR EN SILENCIO 2 ratifica todas las grandes cualidades de la primera parte. Krasinski anula, por una hora y media, la lógica, en favor de un suspenso asfixiante. Una obra humana y sensible, que se carga de mayor valor en los tiempos que vivimos.

Calificación: Muy buena.