Un lugar en silencio: Parte II

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

La secuela de la exitosa película de suspenso y terror de 2018 continúa las aventuras de la familia Abbott tratando de resistir los ataques de unas peligrosas y violentas criaturas con impecable sentido auditivo.

El concepto generado por John Krasinski y los creadores de UN LUGAR EN SILENCIO era tan efectivo que la película se transformó en un suceso internacional inesperado allá por el lejano 2018. Y no sorprende que se haya realizado una secuela a partir de ese éxito. Ahora bien: ¿se puede replicar el impacto una vez que uno ya descubrió los secretos y trucos que hacen al film lo que es? ¿Existe la posibilidad de imaginar nuevas y originales situaciones que no obliguen a repetir hasta el cansancio lo que en un momento fue original? Tras ver UN LUGAR EN SILENCIO 2 habrá que de decir que sí y que no, que se pueden imaginar nuevas situaciones pero que quizás no alcancen para replicar el impacto. Sigue siendo, claro, un dispositivo eficaz para crear suspenso. Y, en épocas como ésta, es más que suficiente…

Casi una película muda (o susurrada) durante largos trechos de su desarrollo, UN LUGAR EN SILENCIO funcionaba a partir del suspenso que se podía generar con el más mínimo ruido debido a la presencia de unos monstruos que atacaban en función del sonido. Abrir una lata de gaseosa podía significar una muerte segura. Y ni hablar el llanto de un bebé. La única opción para sobrevivir fue y sigue siendo el silencio más absoluto, algo que la familia Abbott maneja mejor que muchos ya que su hija mayor es hipoacúsica y todos están acostumbrados a hablar con lenguaje de señas.

La secuela arranca como precuela. Su intención es contar el día en el que las criaturas arribaron destruyendo todo a su paso, con los Abbott como una de las pocas familias en sobrevivir a la violenta invasión a su ciudad en pleno partido de béisbol de su hijo. En la brutal y spielberguiana escena de apertura conoceremos también a Emmett (Cillian Murphy), padre de otro chico del lugar, quien reaparecerá cuando la película continúe los eventos de la anterior que culminaron, entre otras cosas (SPOILER ALERT si no vieron la primera parte) con la muerte de Lee (Krasinski), el arriesgado patriarca Abbott.

Su ahora viuda Evelyn (Emily Blunt), su hija Regan (Millicent Simmonds), su hijo Marcus (Noah Jupe) y el recién nacido bebé cuyo llanto los pone siempre en peligro (y al que hay que callar de maneras no recomendables por los pediatras) marchan ahora en silencio tratando de encontrar un nuevo lugar donde refugiarse de las criaturas. Ya han aprendido algunos trucos –como amplificar las frecuencias sonoras que emanan del implante coclear de Evelyn para alejarlas– pero el peligro está latente. Además, claro, están los seres humanos que –como va quedando más claro cada día que pasa– pueden ser más peligrosos que los virus (perdón, que los monstruos) a la hora de obligar a los protagonistas a tomar recaudos y a resolver problemas con inteligencia.

Emmett, el primer ser humano con el que se topan en su recorrido, los complica ya que no quiere saber nada con recibir gente y les tiende trampas. Los ruidos que se generan por esos dolorosos «sistemas de defensa» atraen la atención de los monstruos. Pero los Abbott demuestran sus habilidades sonoras para liquidarlos y el depresivo Emmett, un poco a regañadientes –hay algunos traumas del pasado con los que lidiar ahí–, termina dándoles lugar en su propio búnker, aún más asfixiante que el del film anterior.

Pero pronto todos se dan cuenta que va a ser muy difícil la subsistencia de cinco personas en ese espacio sin aire y hasta el propio Emmett se niega a darles cobijo allí. La que parece encontrar una solución es Regan, que toma una vibración sonora que escucha en una frecuencia radial como prueba de que hay sobrevivientes en otro lado y sale decidida a encontrarlos. Evelyn le pide a Emmett que la traiga de regreso pero la chica lo convence de acompañarlo en la misión. Y de ahí en adelante la trama se dividirá –muchas veces mediante un montaje paralelo al borde de lo excesivo– entre las desventuras de Regan y Emmett en los espacios abiertos, y las de Evelyn, Marcus y el bebé en la zona que rodea el bunker, cada uno con diferentes problemas y complicaciones específicas.

La lógica de UN LUGAR EN SILENCIO 2 tiene algo del cine de M. Night Shyamalan pero, a su vez, coquetea con mecanismos seriales como los de THE WALKING DEAD. Si bien el minimalismo de las acciones generan un clima tenso y el miedo puede explotar con el más mínimo ruido en el momento más incómodo, a la vez la secuencia de acciones da a pensar que este tipo de aventuras pueden estirarse por temporadas y temporadas de una serie. De algún modo, al terminar de verla, uno tiene la impresión que Krasinski se encargará de una tercera película y que de allí en adelante algún showrunner se dedicará a explotar la franquicia hasta lo insoportable.

Pero mientras el realizador esté a cargo del asunto, la saga parece estar en buenas manos. Como un experto director de género, el bueno de Jim Halpert de THE OFFICE sigue demostrando su talento para generar suspenso con mínimos movimientos, ruidos incómodos, apariciones sorpresivas y sonidos abrasivos que de golpe lo sacuden todo. A eso le agrega una indudable empatía con los protagonistas y su devenir. Y la película gana puntos extra al hacer que Regan termine siendo la gran protagonista: la más valiente, la que mejores ideas tiene y la que se las ingenia para imaginar soluciones a todo tipo de problemas.

La trama puede seguir teniendo sus «agujeros» y sus situaciones un tanto inexplicables (los espectadores se quedarán pensando, igual que en el film anterior, cuáles son las reales capacidades de los invasores y cómo ciertas ideas que aparecen a nadie se les ocurrió antes), pero un poco como pasa con los films de Shyamalan, lo importante es que el espectador se meta adentro del mundo tenso y angustiante que se crea mediante la imagen y, especialmente, el sonido, manejado con absoluta y enervante pericia.

Es cierto. La lógica puede ser un tanto implausible especialmente en algunas secuencias, pero se trata de un asunto un tanto secundario cuando la puesta en escena convence y el terror atrapa. Minutos, quizás horas después, uno podrá dudar sobre ciertas inconsistencias lógicas. Pero la magia del cine pasa por aquel viejo truco de lograr que, al menos durante lo que dura una película, suspender la incredulidad del espectador. Y eso, en UN LUGAR EN SILENCIO 2, está más que logrado. Uno entra de lleno en la propuesta. Y la atraviesa tapándose la boca… por las dudas.