Un lugar en silencio: Parte II

Crítica de Diego Labra - Geeky Revista

Uno de los mayores éxitos de cine terror de los últimos años vuelve con su secuela, ¿A Quiet Place 2 está a la altura de la original?
Con A Quien Place, traducida acá como Un lugar en silencio, John Krasinski se transformó en el último actor en pegar exitosamente el salto de delante a atrás de la pantalla, cosechando éxito de crítica y taquilla por igual. Claro, algo ayudo que su esposa, la talentosísima Emily Blunt, se prestara al protagónico.

Acá regresa con una secuela, en lo que claramente se perfila como, mínimo, una trilogía. Si bien han pasado cuatro años desde el estreno de Un lugar en silencio, en parte gracias a la pandemia, en la narrativa no ha pasado ni un minuto, comenzado la película exactamente donde comenzó la otra.

(No voy a decir spoiler alert, qué haría alguien leyendo la reseña de la parte dos si no vio la primera).

Luego de una apertura muy efectiva, que nos invita mediante un flashback como comenzó la invasión, nos encontramos nuevamente con la familia Abbott, sacudida por el sacrificio del padre Lee (Krasinski), quien dio la vida para que su esposa (Blunt) e hijos, incluyendo el recién nacido bebé, pudieran seguir viviendo. Destruida la granja que les había servido de hogar durante un año entero, los Abbott comienzan una peregrinación en busca de otro refugio y más sobrevivientes. Pero cuentan con una nueva arma a su disposición, pues en el tercer acto de la primera parte Regan (Millicent Simmonds) descubrió una frecuencia alcanzada por su audífono que enloquece e incapacita a las criaturas.

Los fuertes de A Quiet Place 2 son en gran medida los mismos que los de la primera parte. Primero, la buena mano de Krasinski, quien no solo dirige, sino que también escribe, para tomar la premisa de monstruos ciegos que imponen hacer todo en silencio para construir sustos y suspenso. Los elementos que se suman a la mitología de los bichos son también usados efectivamente en este sentido, como se ve en la secuencia del muelle.

En segundo lugar, le vuelve a agregar volumen dramático el casteo de actores solventes, sumándose esta vez Cillian Murphy, veterano de películas de filozombies siendo el protagonista de la clásica 28 Days Later o Exterminio, que aquí hace de amigo de la familia atravesado por una tragedia y que a lo largo de la película deberá recuperar su humanidad.

Que buena parte de las acciones que dinamizan la trama se centren en el viaje que emprenden su personaje Emmett y Reagan hace que los ecos de The Last of Us, una de las mejores historias posapocalípticas de la década pasada, que casualmente es un juego exclusivo a las plataformas Playstation, no parece casual y parece casi un intento de ganarle de mano a la adaptación que prepara HBO.

A Quiet Place

Si funciona no es solo porque Murphy es bueno, sino también porque el casting de los niños actores Simmonds y Noah Jupe, gran acierto de la primera parte, sigue pagando dividendos. De hecho, Reagan es presentada como la clara protagonista del film, carga que lleva con solvencia.

De tener que señalar puntos flojos, diría que su peor enemigo es justamente la sensación que fue Un lugar en silencio. Si bien acá se cumple con el mandato de expandir el mundo construido en la original, mostrándonos más de los personajes por lo que aprendimos a preocuparnos, no se da el salto que distingue a las grandes secuelas, esas que superan a la original, sea por redoblar la apuesta en términos narrativos o romper directamente y salir con un giro inesperado.

No ayuda que el recurso del final con cliffhanger utilizado en la primera, de terminar la película en lo que se siente in medias res, acá sea utilizado con tanto énfasis que podría sentirse que la resolución del conflicto se guardó para la inevitable tercera parte.

En definitiva, A Quiet Place 2 es una segunda entrega que gustará a los fans de la primera, ofreciéndole un vistazo más expansivo al mundo del que se enamoraron. Es, también un thriller, una de terror eficiente en términos propios. Pero quien busque aquí un salto superador, algo más en términos narrativos o formales que redoble la apuesta a la opera prima de Krasinski, va a tener que esperar a la Parte III.