Un ladrón con estilo

Crítica de Sergio Del Zotto - Visión del cine

Anunciada como la despedida de la actuación de Robert Redford, mito viviente de Hollywood, Un ladrón con estilo es un retrato nostálgico de un aplomado caballero que, en el ocaso de su vida, sigue sintiendo la misma adrenalina que tuvo siempre por cometer robos y escaparse de la cárcel.
La arcilla en la que está moldeada esta película se basa en el carisma de Robert Redford que nunca se acomodó en su temprano estrellato, sino que siempre fue por más y se convirtió en sólido director tras su debut detrás de cámara en Gente como uno. Y redoblando la apuesta fundó un festival que se convirtió en el emblema del cine independiente, el Sundance Film Festival, que toma el nombre de uno de los personajes que le diera más fama: Sundance Kid.

El guionista y director David Lowery toma un hecho real y lo ficcionaliza a la medida de Robert Redford, quien encarna a Forrest Tucker, que fue un ladrón que utilizaba un arma para atemorizar y una sonrisa seductora para hechizar a los empleados de los bancos. Ayudado por dos secuaces igualmente entrañables: Tom Waits y Danny Glover. En una de las huidas se topa con una viuda a la que se le rompió el auto, Jewel (Sissy Spacek). De ese encuentro nace una relación basada en un coqueteo de miradas y flirteos cómplices con una química especial de dos personas en el ocaso de sus vidas. Pero todo bandido que escapa tiene detrás un detective que investiga. En este caso, John Hunt (Casey Affleck), un policía a mitad de camino entre la fascinación por la historia del delincuente que persigue y su deber por hacer cumplir la ley.

Ambientada a principios de los años ochenta, la película tiene su correlato en la imagen granulada del cine de esa época y en la música con acordes jazzísticos que perfuma todo el relato. La historia de un tipo que está al margen de la ley, que vive frente a un cementerio, consciente de que sus últimos días están cerca, pero no por eso baja los brazos. Pero también es la historia de un hombre que busca redención en sus últimos actos.

Si bien el mayor peso actoral está puesto en los hombros de Redford -al cual el film homenajea incluyendo funcionales fragmentos de algunas de sus películas-, todos los actores que lo secundan tienen un gran lucimiento en algún momento, como en esas piezas teatrales en las que los secundarios se “roban” la escena. Especialmente en dos secuencias: un monólogo de Tom Waits y una declaración de la hija de Tucker, a la que no ve desde niña, y que está personificada por Elizabeth Moos.