Nerve: un juego sin reglas

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Hay juegos que mejor no jugarlos, desafíos que mejor no aceptarlos. Esto es lo que deberían saber los protagonistas del nuevo film de la dupla Henry Joost y Ariel Schulman (Actividad Paranormal 3 y 4).
Juegos los hay de todo tipo, desde los deportes físicos, juegos de mesa o videojuegos; y también los que exponen al jugador a situaciones fuera de la rutina, a modo de prueba de carácter.
Desde verdad/consecuencia a el juego de la botella, todos exigen una prueba a superar. Claro que no todas las pruebas son tan inocentes como contar una intimidad o dar un beso a otro participante; algunos van más allá, como el que propone Nerve: Un juego sin reglas.
Basándose en las últimas tecnologías populares, el guion de Jessica Sharzer sobre la novela homónima de Jeanne Ryan, nos habla de una aplicación de celular, también adaptable online, que lleva por título el mismo del film.
Emma Roberts es Vee, una adolescente, recién entrando en la universidad, que lleva una vida bastante controlada y tranquila. Todo lo contrario, a su amiga Sidney (Emily Meade), extrovertida y casi adicta a Nerve; un juego online mediante el cual los registrados van siguiendo a los usuarios y les proponen distintos desafíos que deben cumplir a cambio de dinero que será depositado en una cuenta bancaria; si no cumplen con el desafío pautado, pierden lo recaudado.
Vee en un principio no está interesada en Nerve, pero ante la insistencia de sus amigos y ese temor a no ser menos, entrará en el mismo. Los desafíos irán en aumento, de besar a un desconocido, probarse el vestido lujoso de una tienda, a cosas cada vez más peligrosas; hasta que todo se salga de control.
Vee no estará sola en este descontrol, contará con la colaboración de otro participante (el desconocido a que debe besar en primer lugar), Ian (Dave Franco) con quien formará una pareja forzada por los usuarios que desean verlos juntos superando las pruebas; aunque puede ser que Ian sepa más de lo que muestra.
Nerve posee un privilegio, tiene el target de público bien definido. Claramente se trata de una película para adolescentes, casi menores a la edad de Vee e Ian.
La premisa, que pese a tener muchos puntos en común con películas como 13 Pecados (más el remake norteamericano), pudo tener algún indicio de originalidad. Sin embargo, durante el desarrollo, tanto la dupla de directores como desde la historia, parecen empeñarse en caer en cuanto cliché tenían a su alcance.
Los lineamientos son los típicos del manual de relato “teen”. Chica retraída, se tienta ante la aventura que la expone al peligro, se abre al mundo y por eso pagará las consecuencias y saldrá no sin aprender una moraleja antes. También está el romance con el desconocido del que no se sabe si se puede confiar; y hasta los personajes secundarios están ahí como muestrario de estereotipo. La amiga extrovertida con la que puede enfrentarse, el amigo compiche y geek, los curiosos que alimentan el morbo; y la madre, personaje que retomaré más adelante en el texto.
Nerve se impone como una suerte de film de suspenso pre dieciocho, pero naufraga principalmente porque en él no hay suspenso. No hablamos del gore de la 13 Pecados coreana, o el mal gusto del remake hollywoodense, ni siquiera hablamos de terror (género al que decididamente no quiere pertenecer); hablamos de que no genera ni siquiera gran intriga sobre el devenir de los personajes. En los desafíos propuestos, no solo no hay sangre, no hay tensión (salvo algo módico y mal ejecutado). Esta falta de presión sobre lo que debió ser el elemento principal de la propuesta, hace que el morbo que expresan los usuarios de Nerve no sea transmitido al espectador, dejándolo virtualmente fuera de juego.
Roberts y Franco no crean química, no solo sus personajes son esquemáticos, entre ellos no se nota unión; y las vueltas de tuerca de uno y otro pecan de demasiado previsibles.
Hay algún atisbo en la historia de querer encarar un estudio sobre la generación joven actual y la necesidad de fama mediática online; algo que quizás en la novela se explaye e mejor (desconozco), pero en la película es abandonado demasiado pronto. Sidney entre en celos paranoicos al ver que su amiga a la que creía timorata le gana en popularidad de seguidores, y parece dispuesta a realizar cualquier desafío de Nerve con tal de recuperar su trono. Lo mismo la incitación de los extraños a continuar mirando el devenir de un desconocido al que le proponen cosas cada vez más humillantes. Esas líneas, con una mayor profundización, podrían haber resultado realmente interesantes; no es el caso.
Joost y Schulman se inclinan también por impregnar la pantalla de imágenes con espíritu adolescente. Una noche de neón, cámaras subjetivas con lentes de celulares o webcams, movimiento, y diálogos ligeros de jerga actual. Todo muy tecnológico popular, todo muy “joven”. Inclusive la banda sonora, plagada de canciones de un tracklist pre veinteañero que no progresa junto a las acciones del film.
Ese espíritu joven parece llegar también hasta el personaje de la madre, compuesto por Juliette Lewis (actriz de la que se recuerda ser una chica descarriada); una madre como la que esta película necesitaba. Totalmente despreocupada e irresponsable. Las decisiones que toma son básicamente inverosímiles hasta resultar irritante, y es el único adulto del film.
Nerve se introduce en el mundo adolescente con la idea de mostrarnos los peligros a los que estos pueden estar expuestos. Pero lo hace con tanta ligereza y desprendimiento que no genera más que una atención pasatista, y hasta algún mensaje contradictorio.
Quizás sea que quien escribe ya abandonó esa edad, quizás el público al que definitivamente está apuntada encuentre una mejor identificación; mientras tanto, yo decido desconectarme.