Un importante preestreno

Crítica de Alejandro Turdó - A Sala Llena

La resistencia de la cinefilia.

Normandie, Ocean, Atlas, Trocadero… las primeras imágenes de Un Importante Preestreno (2015) proponen un juego de contraste entre la actual calle Lavalle y sus épocas de esplendor, con sus salas de cine como faro de la cultura cinéfila, inundadas de gente un sábado por la noche. El documental de Santiago Calori se autodefine precisamente como “una historia oral e improblable de la cinefilia argentina”. Tal vez sea la forma más adecuada de encuadrar a esta obra, que combina revisionismo y anecdotario en partes iguales.

A través de los testimonios de distribuidores, productores, intelectuales, historiadores y personalidades curiosas (si, nos referimos al ecléctico José María Dominguez) se reconstruye el devenir del circuito cinematográfico en general y del circuito de Lavalle en particular, desde el Onganiato de los 60s hasta la vuelta de la democracia en el ‘83.

Una obra como esta es de suma importancia para dejar constancia de una época en la que alguien podía ir al cine a ver una película Ingmar Bergman, algun exponente clase B de exploitation o alguna obra que sugiriese algún tipo de contenido erótico en momentos en los cuales la nación no gozaba de la libertad que llegaría más adelante. Todo esto estaba a la disposición de un espectador que sin acceso a Wikipedia o IMDb depositaba su buena fe en aquello que la censura y los picaros distribuidores ponían a su disposición. Es curioso pensar en una época de la cartelera nacional en la cual este tipo de productos llegaban a las salas, en especial si se lo compara con la actualidad y sus tanques industriales que monopolizan el contenido disponible a través de las grandes cadenas exhibidoras.

Se aprecia el gran trabajo de investigación y recolección de material de la época, tanto fílmico como fotográfico y publicitario, el cual sirve de soporte para aquello que es la columna vertebral del documental: los testimonios de los entrevistados. Pascual Condito, Bernardo Zupnik y Luis Lavalle ayudan a trazar una linea de tiempo que atraviesa las desventuras de los distribuidores; mientras que figuras como Bobby Flores, Axel Kuschevatzky, Daniel Melero, Fabio Manes -quien tiene una dedicatoria especial- y Guillermo Hernández aportan el costado más anecdótico, que incluye posters y títulos adulterados, copias pirateadas en Súper 8, viajes al Uruguay para ver Último Tango en París y “valijeros” de cines condicionados.

Con una duración de apenas 72 minutos, la obra es lo suficientemente dinámica y entretenida como para condensar más de cuarenta años de cultura cinéfila local, a través de los cuales se puede constatar que cuando hay ganar de ver, cuando hay ganas de conocer y por sobre todo cuando hay ganas de hacer, el ingenio siempre lo supera todo.