Un hombre serio

Crítica de Lorena Vazquez - Subjetiva

Guía práctica del buen espectador

Resulta bastante complicado entender la última de los Coen sin tener competencia en algunas cuestiones de física y teología. Para los que ya vieron Un hombre serio y confunden física con gimnasia, desconocen a Job y creen que los judíos viven en Judea, sepan que yo tampoco había entendido la película.

Es recomendable tener un mínimo conocimiento acerca de todos esos simbolismos y extraños rituales –tan ajenos al mundo goy– que tanto le gusta a la cultura judía. Además, también hay que saber que Un hombre serio es una adaptación libertina del libro de Job, quien sufrió una seguidilla de calamidades, a pesar de ser hombre bueno y justo. La ley divina afirma que si sufre es porque pecó o proviene de una estirpe de pecaminosos. Job le pide a Dios un juicio para demostrar su inocencia. Dios, que a las claras no tenía tanto trabajo como hoy día, acepta y responde desde la tormenta al desafío. Conocer esta historia nos sirve para entender no solo el abrupto e inexplicable final y el cuento de fantasmas idish que inicia la película sino que le da sentido y coherencia a todo el relato.

Larry, nuestro Job moderno, paga los pecados familiares con el desplome de su familia y su vida profesional. Su vida perfecta ya no tiene sentido y este profesor de física decide buscar en la metafísica la explicación a la incertidumbre que su mente racional no logra hallar. La respuesta que encuentra en los tres rabinos que consulta es más o menos la misma: todo cuestionamiento termina en la nada porque hay cuestiones sobre las cuales no tendremos nunca una respuesta.

La otra competencia que exige la película trata sobre dos teorías de la física. Por un lado, el principio de incertidumbre –vagamente explicado por el protagonista– afirma que no se puede determinar, simultáneamente y con precisión arbitraria, ciertos pares de variables físicas. La escena del accidente es buena muestra de este principio gracias a un montaje paralelo que está en función de confundir dos escenarios diferentes haciendo creer que Larry choca con la actual pareja de su mujer. Por otro lado, la teoría del caos –no se puede saber con precisión lo que va a suceder– se ve reflejada en lo impredecible de la vida del protagonista. Y, otra vez, sirva el prólogo de la película como ilustración de esta teoría.

La conclusión es que ni la ciencia ni la religión le permiten a Larry entender lo que sucede o lo que pueda suceder y los Coen nos hacen transitar la incertidumbre de este pobre hombre que “no hizo nada” con las mismas vacilaciones del protagonista. Un hombre serio –que de a ratos se torna monótona, confusa y exigente– nos cuenta la historia de un hombre que intenta entender la lógica de la vida hasta llegar a la imposible tarea de aceptar el misterio. Otros, los más humildes, nos contentamos con entender esta película.